La ciencia y la separación

¿Qué nuevas sorpresas nos depara los desarrollos contemporáneos y futuros de la ciencia? El saber científico avanza, como una producción autónoma, desentendiéndose del sujeto que sostiene esa elaboración. Sin excluirse del mercado de los bienes la ciencia no se ocupa de las consecuencias de su progreso. La necesariedad de la creación de comisiones de bioética da cuenta de lo que Lacan denominó el “desencadenamiento de la ciencia”. Es decir, la voluntad de saber del científico produce la modificación de las realidades perceptibles, lo que indica el sesgo anti-empírico de la cuestión, y añade al mundo objetos desconocidos hasta entonces. Podemos poner en serie el saber desubjetivado, una voluntad que juega con la muerte, y objetos nuevos que se presentan frente a nuestra percepción.

En su Seminario 11Lacan señala: La ciencia, en la medida en que elide, elude, secciona, un campo determinado en la dialéctica de la alienación del sujeto, en la medida en que se sitúa en el punto preciso que definí como el de la separación, es capaz de sustentar también el modo de ser del sabio, del hombre de ciencia (p. 272).

Para examinar esta relación entre la ciencia y la separación tomaré dos vertientes: el Dios del científico y el objeto de sacrificio que produce la ciencia.

1. El Dios del científico

En el verano de 1991 un libro muy particular surgió como best-seller en París. Su nombre es Dios y la ciencia. Se trata del diálogo entre Jean Guitton, filósofo católico alumno de Bergson, y Gruchka e Igor Bogdano, doctores en astrofísica y en física teórica. Esta serie de entrevistas apunta a mostrar que le extrañeza en la que nos sumerge tanto la física cuántica como los misterios del universo,es decir lo infinitamente pequeño o lo infinitamente grande, no pueden más que dar cuenta de la existencia de Dios, motor y causa del universo. La posibilidad de coexistencia de realidades alternativas permitiría hablar de la ciencia y de Dios como dos niveles de análisis diferentes.

Podríamos dejar este libro como una de las rarezas del bestiario editorial si no fuera porque podemos comprobar que existe una tendencia al oscurantismo y a la creencia en un Dios en los científicos.

La revolución científica, junto con la universalidad de la razón propia de la época de las Luces, no elimina a la religión entre los científicos. La destitución de un universo ordenado e inmóvil no hizo más que producir un desplazamiento de la hegemonía de la religión sobre la ciencia a la subsistencia de un Dios al que los científicos no dejan de recurrir.

Newton, aunque guarda silencio sobre la causa de la gravedad por no poseer experiencias o fenómenos que permitan indicarla, no deja de pensar que Dios era el agente de la gravedad. Es decir, hace coexistir la transmisión de principios matemáticos que permitan explicarla junto con la presencia de una potencia hiperfísica, un Creador, verdadera causa no formal de la gravedad.

Los desarrollos de la física cuántica produjeron un debate entre Einstein y Born a través de su correspondencia. En ella la cuestión de Dios vuelve a ponerse en juego dado que la indeterminación cuántica hace que Dios no pueda dar más que la probabilidad de que un evento se produzca, no una certeza. De allí surge la famosa expresión de Einstein: Dios no juega a los dados. Born encuentra entonces una respuesta a esta afirmación que protege la existencia de Dios: Si bien Dios construyó el mundo como un mecanismo perfecto hizo suficientes concesiones a la imperfección de nuestro intelecto para (…) que lancemos los dados con una probabilidad no desdeñable de ganar.

Pagels, presidente de la Academia de Ciencias de New-York, considera que los físicos, sean creyentes o no, se toman la libertad de invocar a Dios cuando cuestiones de principio están en juego, puesto que el Dios de los científicos no es más que el orden cósmico.

Para otros, en cambio, Dios es un excelente matemático, como Dirac que dice: Dios utilizó unas matemáticas maravillosas para crear al mundo.

Lacan señala que el saber de la ciencia es un saber en lo real. Esto conduce indefectiblemente a que el científico intente indagar de dónde emerge ese saber que produce, cuál es el resorte que determina esos descubrimientos. Einstein llama “salto intuitivo” a esa captación inefable que lleva a aprehender ese saber en lo real.

El propio Hawkins, que se dice ateo, indica al terminar su libro que si encontráramos la respuesta al por qué del universo sería el triunfo definitivo de la razón humana, puesto que entonces conoceríamos el pensamiento de Dios. El Dios del científico traduce su busca por encontrar un Otro del Otro que se presente como garante de la certeza puesta continuamente en cuestión por los descubrimientos científicos. Ian Stewart puede bromear al final de su libro sobre las matemáticas del caos, publicado recientemente, parafraseando a Anatole France que dice: El azar es el pseudónimo de Dios cuando no quiere firmar. De la misma manera que Born, restituye la probabilidad al terreno de lo divino. Aunque este hecho muestra una característica propia de la combinatoria de la cadena sinificante, el Otro invocado por el científico va en el sentido opuesto a la falta en el Otro que plantea el psicoanálisis.

2. Una ética que se oponga al sacrificio

La ciencia debe su desarrollo actual a su promesa de producción de bienes que usufructúa el mercado. El más allá que se perfila a continución sorprende a sus protagonistaa volviéndose una catástrofe a colores, como lo satiriza Kurosawa en su film “Sueños”, expresión de una nube radioactiva que se exparse de modo inquietante, imperceptible, letal; o sorteando las mutaciones cromosómicas y las manipulaciones genéticas.

En distintos lugares de su enseñanza Lacan advierte sobre el más allá de la barrera del bien que desemboca tanto en la destrucción como en los fenómenos de segregación.

En el párrafo del Seminario 11 antes citado, del que -siguiendo la sugerencia de mi amigo Darian Leader- este trabajo extrae su título, ya encontramos algunos de los elementos que Lacan deserrolla en relación a la ciencia, entre los cuales seriaremos cinco puntos que conciernen a nuestro tema de trabajo.

1) Que la ciencia elida, eluda, seccione un campo determinado de la dialéctica del sujeto, se debe a que la introducción de nuevos significantes para nombrar a lo real produce la descomposición del mundo.

2) Esa descomposición se traduce en la emergencia de objetos en el mundo que no existían antes en nuestra percepción. Es decir, las realidades alternativas de las que habla la física cuántica son el resultado del descubrimiento de un saber en lo real. La percepción es, pues, la consecuencia de una producción de saber, y los objetos que añade la ciencia introducen la operación de separación frente a la alienación en un Otro previsible.

3) Cuando el Otro deja de ser calculable emerge la pregunta acerca de si Dios juega a los dados.

4) El científico intentará hacer existir al Otro por medio del sacrificio, otra manera de nombrar la destrcción que engendra su uso. Esta es una de las vertientes terroríficas del Dios del científico.

5) La otra vertiente concierne a los fenómenos de segregación. Frente a la universalización de la razón, de valores univerales, se produce una intolerancia frente al goce particular que expresa las diferencias. Es por ello que Lacan afirma en su “Proposición del 9 de octubre…” que la universalización de la ciencia conduce a los campos de concentración.

En este punto es necesario establecer una diferencia radical entre el psicoanálisis y la ciencia en lo que concierne al hecho de que ninguno de los dos apunta al bien del sujeto.

En la ciencia el objeto de sacrificio se desprende de un saber que intenta desubjetivarse y que apunta a hacer existir al Otro, Dios oscuro a quien dirige su ofrenda. Este movimiento es correlativo al descubrimiento del saber en lo real que ignora las consecuencias de su uso.

En cambio, el hecho de que la operación analítica no apunte al bien del sujeto supone simplemente ponerlo en la pista de su deseo atravesando el velo de lo ideales. El punto de partida es la falta en el Otro, la inexistencia de un Otro del Otro, que no permite decir la “verdad toda”. En el procedimiento de cifraje queda un resto inasimilable al saber que lleve a una invención que aloja la “falta de relación sexual”.

El porvenir y el uso de la ciencia constituyen una preocupación para los propios científicos. Pages considera que si el universo es un libro leído por los hombres de ciencia, es necesario examinar la manera en que la lectura de ese libro puede influenciar a la civilización. De allí que para él el verdadero desafío consiste en alcanzar los dominios invisibles a la percepción y al mismo tiempo volver humanos a los poderes desmesurados.

Concluyamos pues con la pregunta: ¿Qué papel desempeñará el psicoanálisis frente a semejante apuesta?

* Publicado en Uno por Uno 33, Buenos Aires, pp. 26-29 y en La Prensa, Buenos Aires, 7/2/1995.