Las elaboraciones sucesivas del estadio del espejo

Las elaboraciones en torno al estadio del espejo forman parte de la entrada de Lacan al psicoanálisis. Este concepto nunca fue abandonado por Lacan, aunque cobró distintos lugares de acuerdo al lugar que le asignó a lo imaginario en relación a los registros de lo simbólico y de lo real. Si bien ocupa un lugar central en lo imaginario, lo imaginario no se reduce al estadio del espejo.

Podemos situar distintos momentos en su desarrollo:

  1. Los antecedentes psiquiátricos del uso de la relación a la imagen.
  2. Su introducción en 1936, su enlace al narcisismo y su reverso de agresividad. A partir de la unidad de la imagen del yo se superpone una multiplicidad de identificaciones imaginarias.
  3. La utilización del esquema óptico.
  4. La unidad del Ideal del yo simbólico que determina las imágenes.
  5. El resto no especularizable.

1. Primeras formulaciones

Lo especular está presente en Lacan desde sus escritos psiquiátricos antes que sea formalizado como tal. Los dobletes y los sucesivos tirajes de un prototipo en el delirio de persecución en el caso Aimée -amada, nombre que da a su paciente por su delirio erotomaníaco-, caso princeps estudiado en su tesis sobre la paranoia de autopunición (1932), da lugar al desarrollo de la relación especular. Los perseguidores tienen el valor representativo de la imagen que Aimée se hace de la mujer que ella sueña ser. Plantea entonces que Aimée, cuando intenta matar a una actriz a través de su pasaje al acto homicida, en realidad trata de asesinar a la imagen que la representa a ella misma.

Al año siguiente, 1933, examina el doble crimen de las hermanas Papin. Dos hermanas, con un delirio a dúo, que trabajan como mucamas, súbitamente matan en forma simultánea a la madre y a la hija, sus patronas, sin ningún motivo comprensible. Lacan explica el “paralelismo criminal” de las hermanas a partir del caso Aimée. Dice:

Comprendemos ahora cuál es el obstáculo de vidrio que hace que Aimée no pueda saber nunca, a pesar de estarlo gritando, que ella ama a todas esas perseguidoras: no son más que imágenes. El “mal de ser dos” que afecta a estos enfermos no los libera sino apenas del mal de Narciso. Pasión mortal y que acaba por darse la muerte.[1]

De allí que las hermanas Papin, “almas siamesas” que habitan en un mundo cerrado, matan en a las patronas el “espejismo” de su propio mal del que intentan desembarazarse a través de su pasaje al acto homicida.

No obstante, la introducción del estadio del espejo como tal se lleva a cabo unos años después: Lacan lo presenta en el XVI Congreso de la IPA en Marienbad, en 1936, con una conferencia titulada “El estadio del espejo. Teoría de un momento estructurante y genético de la constitución de la realidad en relación a la doctrina psicoanalítica”Si bien esta conferencia no se conservó, ni tampoco se terminó de leer ya que Ernest Jones le quitó la palabra al cabo de diez minutos aduciendo una cuestión de tiempo, lo esencial del informe figura en su texto “Los complejos familiares en la formación del individuo”, publicado en la Enciclopedia Francesa en 1938.

Al examinar el “complejo de intrusión”, dentro de los complejos organizadores del desarrollo psíquico, que continúa al del destete y prepara el complejo de Edipo, analiza los celos y la identificación con la imago del otro. Lacan, traductor al francés del artículo de Freud acerca de los celos, la homosexualidad y la paranoia, utilizó ya en su tesis la relación entre los celos y el narcisismo en la paranoia. El prójimo y el drama de los celos actúan en la formación del yo. Toma como ejemplo de los celos el del niño frente al amamantamiento de su hermano relatado por San Agustín. Estas formulaciones las aplica luego de modo tal de plantear una clínica diferencial de la psicosis.

Plantea entonces el estadio del espejo como un momento que corresponde al declive del destete al final de los seis meses y que tiene su ocaso a los 18 meses. Retoma aquí los trabajos del psicólogo científico Baldwin sobre la observación de los niños. El reconocimiento de su imagen en el espejo es un fenómeno que surge como contrapartida de la prematuración del nacimiento, de la propioceptividad que hace experimentar al cuerpo como fragmentado. Se produce entonces una “intuición iluminativa”, una “revelación repentina”, un “derroche jubiloso” frente a la visión de la imagen especular de una unidad que es el ideal de la imago del doble, de acuerdo al término freudiano retomado de la novela de Carl Spittler: Imago era el nombre de la mujer amada con pasión por el protagonista. A partir de esta unidad se constituye el yo: “el yo se confunde con esta imagen que lo forma, aunque lo aliena primordialmente”[2], constituyendo así el narcisismo.

Trece años más tarde, en 1949, presenta una comunicación en el XVI Congreso Internacional de Psicoanálisis en Zurich titulada “El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” que sintetiza sus formulaciones sobre este tema dándole nuevas perspectivas. El estadio del espejo es una identificación y transformación producida en el sujeto al asumir su imagen, que fija instantáneamente antes de su dominio motriz. La visión de la forma total del cuerpo humano dada como una Gestalt le brinda un dominio imaginario del cuerpo anterior al real. Pasa entonces de la insuficiencia a la anticipación y esto no depende de la maduración.

Esta forma es más constituyente que constituida y se vuelve la matriz simbólica del yo (je), en su dialéctica de la relación con el otro, antes de su inclusión en el lenguaje. Denomina a esta forma yo ideal sobre la que se constituyen las identificaciones secundarias. Del yo propio del narcisismo, especular, se produce luego un viraje hacia el yo social de modo tal que a partir del estadio del espejo se elabora la dialéctica que liga el yo con situaciones sociales y permite aprehender sus desarrollos sobre el conocimiento paranoico. Establece así el nexo con el deseo del otro situado en el registro imaginario.

Por otra parte, la libido narcisista queda en estrecha relación con la agresividad que se desprende de ella. De allí que un año antes, en el XI Congreso de los Psicoanalistas de lengua francesa en Bruselas, en 1948, presenta “La agresividad en psicoanálisis” en el que explícitamente lo plantea como su tesis. El transitivismo lleva a que el gesto del otro se confunda con el propio: el niño que pega dice haber sido pegado, el que ve caer a un niño llora. La “organización pasional” que es su yo fija la relación entre el yo y sus objetos. Pero no se trata de una percepción-conciencia en un espejismo de objetivación como lo plantea la psicología clásica, sino que fundamentalmente tiene una función de desconocimiento.

El término “desconocimiento” había sido puesto en relieve en su tesis como “desconocimiento sistemático”, y luego, en 1945, en las Jornadas Psiquiátricas de Bonneval, en su texto “Acerca de la causalidad psíquica”, en el que examina la causalidad de la locura. Lacan identifica el desconocimiento esencial de la locura con el del narcisismo. Retoma la figura hegeliana de la Ley del corazón para interrogar los fenómenos de la locura. Para Hegel el desconocimiento esencial de la locura se manifiesta en que el loco, para remediar el desorden del mundo, ignora la parte que le corresponde en ese desorden y quiere imponer su ley. La ley del corazón surge como un orden natural y universal en el que puede desembocar el delirio de presunción.

La estructura fundamental de la locura vincula al yo primitivo como esencialmente alienado, y el sacrificio primitivo, como esencialmente suicida. Este es “el nudo imaginario” de la agresión suicida narcisista y también del conocimiento paranoico.

El estadio del espejo es denominado por Lacan en este texto como “fase del espejo” y su identificación resolutiva produce una metamorfosis de las relaciones del individuo con su semejante. En esta alienación fundamental sitúa el desarrollo de Hegel acerca del deseo de hacer reconocer su deseo por el otro.

2. Los esquemas ópticos

En la clase del 24 de febrero de 1954 del Seminario 1 Lacan propone un esquema óptico inspirándose en Freud y en un físico-matemático llamado Bouasse. Parte de la distinción entre dos tipos de imágenes: las subjetivas, virtuales, y las reales, que se comportan como si fueran objetos. Lo peculiar es que se pueden producir imágenes virtuales de esos objetos que en verdad son imágenes reales. En este caso al objeto se lo llama virtual.

La hipótesis estructural fundamental es que para que haya óptica es necesario que cada punto del espacio real se corresponda con un punto en el espacio imaginario.

Presenta entonces la experiencia del ramillete invertido. Se parte de un espejo esférico cóncavo y una caja cerrada por todos sus lados, menos el que está frente al espejo. Sobre la caja hay un florero real, por debajo un ramillete de flores que se reflejan y dan una imagen real. Esto requiere una acomodación particular de la posición del ojo en el interior del cono para que se produzca la ilusión. De esta manera lo aproxima al estadio del espejo: “él se ve, se refleja y se concibe como distinto, otro de lo que él es”[3]. El florero representa el envoltorio del cuerpo y el ramillete los objetos de deseo.

En un segundo tiempo, en la clase del 24 de marzo, Lacan añade un espejo plano a esta experiencia armando el esquema de los dos espejos. La caja es puesta mirando al espejo cóncavo ubicado del lado izquierdo pero la posición del ojo guarda la misma posición. Sitúa a continuación dos narcicismos. El primero se sitúa a nivel de la imagen real que permite organizar el conjunto de la realidad. El segundo narcisismo concierne a la reflexión en el espejo plano que introduce la relación con el otro. El hombre se constituye por su alienación fundamental que constituye su imagen reflejada y de allí emerge su relación imaginaria y libidinal con el mundo en general. El sujeto virtual surge como reflejo de un ojo mítico por fuera de nosotros mismos. La forma realizada y total, espejismo de sí mismo, se ve fuera de sí, en el otro.

Ahora bien, y esto es fundamental, de la inclinación del espejo depende cómo veamos la imagen. Esto representa la difícil acomodación de lo imaginario en el hombre. La inclinación del espejo plano está dirigida por la “voz del otro”. De esta manera, Lacan introduce el vínculo simbólico como regulación de lo imaginario. El Ideal del yo dirige toda la relación con el otro y el carácter satisfactorio de la estructuración imaginaria. El deseo queda articulado no solo a la propia imagen sino al cuerpo del semejante, por lo que reconoce en forma invertida su deseo. Toma entonces el ejemplo de la niña que le pega con una piedra a su amigo, primer objeto de identificación, “gesto de Caín”, sin augurar por ello un porvenir criminal. Manifiesta así la “estructura” que hace que el ser humano intente destruir a quien es la sede la alienación imaginaria.

Lacan utiliza un cuarto esquema simplificado del espejo en la clase del 5 de mayo de este Seminario, modelo que no constituye un sistema sino que es una imagen que espera que sirva como referencia. Se trata de establecer el origen imaginario, especular, del yo, por un lado y, por otro lado, la estrecha relación entre la formación del objeto y del yo puesto que son correlativos y contemporáneos.

Durante todo el Seminario el deseo es planteado en el terreno imaginario, en forma especular, en rivalidad con el otro: se desea lo que el otro desea. Este planteo es anterior al cambio fundamental que opera Lacan al definir al deseo como su metonimia y situarlo definitivamente del lado de lo simbólico a partir de 1957 con su texto “Instancia de la letra en el inconsciente…”.

Es más, Lacan, al crear el esquema L al final del Seminario 2 establece una oposición entre el registro simbólico e imaginario entre dos ejes diferenciados que se entrecruzan entre sí, de modo tal que lo imaginario queda puesto en relación con lo simbólico tal como se perfila ya con la “voz del otro” que inclina el espejo.

3. La inclinación del espejo y el lugar del Ideal

En la clase del 7 de enero de 1959 del Seminario 6, Lacan indica que la astucia de su explicación del esquema óptico es que si alguien ve que la imagen fantasmática se produce en el espacio, y si el observador se encuentra en la posición inicial, S1, podrá inclinar el espejo plano para ocupar la posición simétrica y virtual, S2, que está en el interior de la visibilidad de la imagen. Desde allí podrá ver la imagen de las flores desde un punto simétrico, aquel que ocupa la imagen especular. Esta simetría especular se enlaza a elementos de identificación simbólica del sujeto. Lacan precisa entonces que el sujeto no es solo el ojo, y que la reflexión de la imagen se produce gracias a la ayuda de las palabras que vehiculizan las insignias con las que se identifica, es decir, ellas actúan sobre las primeras identificaciones imaginarias del yo.

Lacan modifica luego el experimento en la “Observación sobre el informe de Daniel Lagache”, redactado en 1960. Introduce en primer lugar una permutación entre el florero y las flores. Estas son visibles y se convierten en objetos reales y ocupan el lugar del objeto a, objeto de deseo, y su imagen virtual a‘. El florero queda disimulado en la caja y crea por reflexión la imagen real. A partir de este texto en el espejo plano se ubica el A, Otro simbólico, la imagen real del florero i(a) y su imagen virtual i'(a) en constante transitivismo entre el yo y su imagen. El florero escondido en la caja expresa el poco acceso que tiene el sujeto a la realidad de su cuerpo.

Ahora bien, en este texto Lacan sitúa al Ideal del yo, en su función de insignia, como el resorte superior de la subjetivación. Esto se relaciona con el lugar que tiene el Ideal del yo en el narcisismo. Lo ilustra con el gesto del niño en brazos frente al espejo, que si bien queda cautivado frente a su propia imagen, en un momento se vuelve hacia el adulto que lo sostiene mostrando así el lugar esencial conferido al Otro encarnado en el adulto. El yo ideal se vincula así al Ideal del yo desde el lugar que lo enfoca el espejo como A. Desde la mirada del adulto se sostiene su identificación con la imagen especular, deseable y destructiva al mismo tiempo de acuerdo a la agresividad propia del narcisismo.

Ahora bien, si se inclina el espejo plano de modo tal que quede en posición horizontal, el sujeto tiene acceso a la ilusión del florero invertido y ella desfallece. Este franqueamiento no significa que el efecto de espejo se pierda sino que se rehace con una cambio de posición del ojo que hace que el florero y su imagen se vuelvan a invertir pero desde la posición del I desde se toma un nuevo punto de perspectiva. Los artificios de la anamorfosis pictórica dan cuenta de ello en la medida en que desde la perspectiva adecuada se percibe la imagen oculta, como en el caso de la calavera oculta en el cuadro de Los embajadores de Holbein. La rotación casi doble de la posición del sujeto ilustra cómo Lacan entiende el final del análisis durante este período. Cuando el espejo cambia de lugar caen los ideales. No es que lo imaginario se deshaga, ni que el final del análisis sea sin yo y sin imágenes, sino que, simplemente, el sujeto se confronta con el espejismo de las vestiduras yoicas y con el Ideal que las sostiene. Más adelante en la enseñanza de Lacan los Ideales reciben el nombre de S1, significantes amos, que van cayendo en el transcurso del análisis hasta aislar el resto inefable.

En el Seminario 8 Lacan subraya el valor metafórico de utilizar este aparato en su clase del 7 de junio de 1961: ejemplo del autodesgarramiento frente a lo que es al mismo tiempo él y el otro: la agresividad en la dialéctica hegeliana se traduce como el conflicto entre dos conciencias. Es más, el niño no tiene necesidad de estar muy crecido para tener el” gesto de Caín” de tirar la primera piedra, ejemplo ya evocado por Lacan . Para que la relación narcisista funcione es necesario el lugar tercero del Otro que intervenga en la relación entre el yo y el semejante. Distingue de esta manera la introyección simbólica de la mirada del Otro como Ideal del yo, de la proyección imaginaria del yo ideal, el yo deseado por el Otro.

Al publicar sus Escritos en 1966 Lacan retoma la formulación del intercambio entre miradas expresado en la manera en que el niño se vuelve hacia aquel que lo asiste al asumir su imagen triunfante en el espejo. Pero algo más se añade: la niña desnuda frente al espejo cruza su mano frente a la falta fálica. Lo que cubre la mano ya muestra su alienación que sitúa su deseo en el campo del Otro, sin duda un deseo que encuentra su significante en el falo. En el ejemplo que toma Lacan en el Seminario 8 del análisis del cuadro de Zucchi Psiche sorprende Amore, que se encuentra en la galería Borghese de Roma, Lacan plantea que las flores que están en la imagen del cuadro ocultando el falo de Eros, su abundancia muestra que detrás no hay nada. Esta desaparición de la imagen anticipa la castración imaginaria que Lacan sitúa en el espejo como falta.

4. Lo que resta a la imagen

A partir del Seminario 10 Lacan da un vuelco en su teoría de lo especular: no todo investimento libidinal pasa por la imagen especular sino que hay un resto. El falo aparece como un blanco, como un menos, como una falta, (-fi) en el espejo. El falo como reserva operatoria queda cortado de la imagen del cuerpo. Y, por otro lado, el objeto a, puro real, corresponde al autorerotismo anterior al surgimiento de la imagen y es el soporte del deseo en el fantasma. El ramo de flores como objeto a no aparece en el campo del Otro, en el espejo sino que en la imagen hay un blanco, (-fi). Desde el i(a), se sostiene el mundo de los objetos que se constituyen a partir de la imagen yoica. De lo especular resulta el principio del mundo visible. Esto se perturba cuando en el campo de lo visual aparece lo no especularizable que es el objeto a y produce angustia.

Al comentar este Seminario, Jacques-Alain Miller señala que la topología de lo especular permite la inversión en el espejo, en cambio con lo no especularizable Lacan plantea un objeto inorientable que no pude producir esta inversión puesto que el derecho y el revés están puesto en continuidad. En la medida en que Lacan avanza en el Seminario abandona los esquemas ópticos. Pasa así de la buena forma del cuerpo especular, del estadio del espejo que se impone al campo perceptivo de sus objetos, a examinar el objeto a como informe, y de las zonas erógenas corporales por fuera de la buena forma.

Los esquemas ópticos se estructuran a partir de un principio de simetría y de similitud de los elementos. El primer elemento diferencial, señala Miller es entre el a como objeto parcial, el ramo del esquema, y el i(a) como la imagen del cuerpo propio, el florero. En el espejo plano aparece la imagen completa del florero con las flores. El orificio del florero corresponde a las zonas erógenas. Dice entonces:

Lacan empieza por desimetrizar el estadio del espejo para destacar primero lo que se construye después de manera topológica, que a, hablando con propiedad, no es especular, no aparece en el espejo, no se encuentra a la derecha.[4]

Esta corrección del estadio del espejo clásico corresponde al estatuto no imaginario del objeto. En el Seminario 8 el elemento que queda como falta es el falo, en el Seminario 10 el objeto a no es especularizable. Cuando por un efecto de despersonalización se produce una vacilación de la imagen, ella se vuelve extraña e inquietante como en el efecto del doble en tanto que se desposee de su relación con el Otro.

La teoría del estadio del espejo no desaparece de la teoría de Lacan como propia del narcisismo y de lo imaginario, pero los objetos ya no son solo imaginarios, creados especularmente con el yo, sino que el objeto cobra un nuevo estatuto como real, y luego como objeto de goce, que se va desarrollando hasta el final de su enseñanza.

11 de marzo de 2016

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Lacan, Jacques (1976): Acerca de la paranoia de autopunición en sus relaciones con la personalidad (1932), Buenos Aires, Siglo Veintiuno.
    • “Motivos del crimen paranoico: el crimen de las hermanas Papin” (1933), en: Lacan, Jacques, Acerca de la paranoia..., op. cit.
    • (2012): “Los complejos familiares en la formación del individuo” (1938), en Otros escritos, Buenos Aires, Paidós.
    • (1981): El seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud (1953-54), Buenos Aires, Paidós.
    • (2003): El seminario, Libro 8, La transferencia (1960-61), cap. XVI y XXIV, Buenos Aires, Paidós.
    • (2006): El seminario, Libro 10, La angustia (1962-63), cap. IX y X, Buenos Aires, Paidós.
    • (1966): “El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” (1949), “La agresividad en psicoanálisis” (1948), “Acerca de la causalidad psíquica” (1945), “Observación sobre el informe de Daniel Lagache” (1960), “De nuestros antecedentes” (1966), en Escritos, México, Siglo Veintiuno.
  • Miller, Jacques-Alain (2006): “Las patologías del yo en el análisis” en Introducción a la clínica lacaniana, Barcelona, Colección ELP, pp. 429-440.
    • (2007): La angustia lacaniana, Paidós, Buenos Aires.

NOTAS

  1. Lacan, “Motivos del crimen paranoico: el crimen de las hermanas Papin”, p. 345.
  2. Lacan, “Los complejos familiares en la formación del individuo”, p. 53.
  3. Lacan, Seminario 1, p. 128.
  4. Miller, La angustia lacaniana, p. 117.