Las cuatro condiciones del análisis

de Antonio Quinet, ed. Atuel-Anáfora, Buenos Aires, 1996, 159 pág.

Antonio Quinet, a partir de una serie de conferencias dictadas en Río de Janeiro, redacta este libro en el que interroga las “condiciones” que Freud presenta en su artículo “La iniciación del tratamiento” (1913). La standardización del setting analítico propuesto por la IPA las transformó en reglas fijas propias de la “técnica analítica”. Lacan critica esta orientación en sus Escritos, y junto a él, A. Quinet retraza el recorrido de la orientación lacaniana.

Medio siglo antes, Freud dictó sus conferencias en la Clark University, junto a Jung. En ese momento se proponía divulgar en el “Nuevo Mundo” el panorama inédito que proponía la experiencia psicoanalítica. Freud nunca imaginó el destino burocrático que podía tener su invención. El psicoanálisis tuvo que esperar el retorno a Freud propuesto por Lacan para poder poner a prueba la originalidad de su propuesta.

A. Quinet nos invita a explorar las cuatro condiciones del análisis: las entrevistas preliminares, el uso del diván, el tiempo y el dinero. Las distingue de la única regla que el psicoanálisis propone del lado del analizante: la asociación libre. A partir del modelo del dispositivo del cartel, en su título original, en portugués, añade un más uno, dado por el acto analítico y el final de análisis, que permite poner en funcionamiento los otros cuatro elementos. Tenemos así las cinco conferencias que se distinguen por su claridad y el abordaje original de la enseñanza de Lacan que dan un nuevo aliento al texto de Freud.

El primer capítulo indica las tres funciones de las entrevistas preliminares: la constitución del síntoma analítico, el diagnóstico diferencial, y la puesta en funcionamiento de la transferencia. Incluye el estudio de la rectificación subjetiva y la responsabilidad del sujeto en la elección de la neurosis.

El segundo capítulo se denomina “El diván ético”. El “lecho para hacer el amor de transferencia”, en el que la satisfacción está excluida, no está ideado para hipnotizar sino para despertar al deseo. No se trata de una rigidez técnica sino que su uso permite establecer una barrera a la transferencia imaginaria producida por el frente a frente, y conducir al paciente hacia la vertiente simbólica de la transferencia. A. Quinet analiza el espejismo que produce la cura conducida desde el Ideal, la importancia de la privación del Schaulust, y la distancia que el analista debe establecer del campo de la fascinación para que el objeto pueda aparecer como plus de goce y el sujeto pueda experimentar la falta en su ejercicio del habla.

“¿Qué tiempo para el análisis?” es el título del tercer capítulo. La temporalidad lógica es examinada para oponerla al tiempo del neurótico. Explora la función de las sesiones breves, de la puntuación y del corte de la sesión. Finalmente desarrolla la cuestión de la presencia del analista como semblante del objeto a.

El cuarto capítulo retoma el título del libro de Betch Clinman Capital da libido, que examina la ideología de la post-guerra americana que crea los personajes que interpreta Marilyn Monroe. Lo denomina “Capital y libido” para mostrar de qué manera el capital está tratado por la libido del sujeto. Dice: “el dinero como metonimia del capital aparece siempre como substituto de ese objeto a“. Al cobrar, el analista no toma al paciente como su objeto de goce e incluye el análisis dentro del lazo social.

El último capítulo examina el acto analítico y el final de análisis. A partir de lo incurable de la castración, A. Quinet examina la destitución subjetiva, el atravesamiento del fantasma, y el advenimiento del deseo del analista. Una breve presentación del dispositivo del pase da el marco institucional en donde el analizante puede testimoniar del final de su recorrido analítico. Como contrapunto, el acto analítico permite que el analizante concluya su cura.

El libro de Antonio Quinet resulta un estudio preciso de cuestiones clínicas acuciantes. Su lectura resulta de fácil acceso y despierta en el lector un renovado interés tanto por los textos de Freud como por los de Lacan. Su estilo ágil permite una rápida lectura para volver al libro y leerlo una vez más. Así, logra transmitir el rigor y el entusiasmo que permiten el desarrollo del psicoanálisis.

* Publicado en El Caldero 46, Buenos Aires, 1996, pp. 80-81.