Entrevista a Eric Laurent

Niños en análisis

P.: ¿Encuentra alguna diferencia entre el análisis de niños y de adultos?

E. Laurent: En principio diría que no hay diferencia entre el análisis de niños y de adultos, pero por otra parte sí hay diferencias entre niños y adultos. Existe una tendencia desde la aparición del análisis de niños en los años ’20 en Viena –tanto en el grupo de Ana Freud como en el de Melanie Klein– de separarlo del análisis de adultos con la argumentación de que la diferencia del desarrollo, de presentación de manejo de la palabra en el adulto y en el niño concretizaban esta diferencia. El desarrollo del análisis del juego, o la difusión de la técnica del análisis de los dibujos –los dibujos fueron más utilizados por Ana Freud y el juego por Melanie Klein– propusieron algo así como una técnica nueva que necesitaría de practicantes especializados. Esto hace que en el movimiento psicoanalítico existan tensiones entre los que practican el análisis con niños y los que no lo practican. Esta separación a menudo encubre la diferencia de sexos: son las mujeres las que se ocupan de los niños y los hombres no. Hay pocos hombres que se ocupan de ello –aunque depende de los países–. Esta oposición es falsa y puede producir dentro de la sociedad del psicoanálisis la realización de la diferencia entre los sexos. No hay diferencia entre el análisis niños y adultos porque cualquiera sea la edad, el sujeto desde el inicio está estructurado de la misma manera. Esto significa que el manejo de la lengua no tiene nada que ver con la estructuración del sujeto como estructurado por el significante. En la concepción lacaniana el hecho de que el niño hable, hable muy poco o hable de manera fragmentada, no le impide estar ubicado en el lenguaje como tal. Asimismo, aún cuando haya un decir del niño sin palabras, éste está estructurado como un decir. Es precisamente porque Lacan ubica de manera radical al sujeto en el lenguaje lo que permite abordar al niño de la misma manera. El desarrollo del aprendizaje de la lengua no significa una mejor ubicación en la lengua. La posición radical de Lacan de que el inconsciente está estructurado como un lenguaje permite considerar que hable o no, el sujeto está completamente definido por su ubicación. En segundo lugar, durante mucho tiempo algo que se olvidó de la enseñanza de Lacan es que no todo es el inconsciente de la experiencia del psicoanálisis. Desde Freud, por un lado, está el inconsciente y por otro lado está el ello (que no está estructurado como un lenguaje). En “El otro Lacan”, J. A. Miller pone el énfasis sobre este aspecto que no fue muy bien visto durante años, todo este aspecto de examinar al ello y de la ubicación correcta de la pulsión durante el análisis, que fue una preocupación constante en Lacan y que fue tomada de distintas maneras según las épocas de su enseñanza hasta la formulación del objeto a. Esto tiene gran importancia para el niño. Debemos ubicar la manera correcta de la posición del niño. La diferencia entre el niño y el adulto es que el niño tiene padres que lo presentan al analista, y que estos padres para él no están muertos. Manifiesta en sus síntomas la verdad de lo que es el discurso familiar sobre él (discurso de idealizaciones, lo que se espera de él, en qué lugar está exactamente). Este discurso sobre él no es lo esencial, lo esencial es la verdad, el punto de goce que hay en todo esto. En su síntoma manifiesta la articulación entre el padre y la madre, lo que fue el deseo que produjo este niño. El niño es el producto o el desecho de un deseo. Lacan decía que la manera en la que el psicoanalista puede intervenir más fácilmente es cuando hay esta manifestación sintomática en el niño. El prototipo de esto es la fobia. Los casos más interesantes publicados fueron siempre casos de fobia: el caso de Juanito, el de Richard de Melanie Klein, el de Piggle de Winnicott. Los casos más desfavorables son cuando el niño no es el síntoma de la familia sino que se presenta como el objeto del fantasma de la madre. En esto hay que distinguir el fantasma y el síntoma como registros distintos de la experiencia. En el síntoma lo predominante es la fijación de una metáfora, el goce que hay en palabras congeladas, en dichos que desempeñan un papel en el destino del niño, o como lo decía Freud, el síntoma organizado por el núcleo superyoico. Pero cuando el niño es el objeto del fantasma de la madre, lo predominante es un goce que no se articula a la cadena significante, un goce que resiste a la interpretación analítica como tal. Es mucho más difícil alcanzar a modificar la posición del niño y permitirle ubicarse de otra manera en el discurso de la familia. Estos son los casos de psicosis, de autismo. Al mismo tiempo se puede decir que desde el lado del sujeto como tal, relacionado a la presencia del Otro de la palabra que ya está en el mundo cuando uno nace, el niño está en la misma posición que el adulto. Pero relacionado al objeto pulsional, al ello y al goce, hay diferencias entre el niño y el adulto.

P.: ¿Cree usted entonces que también en los niños se produce neurosis de transferencia?

E. Laurent: Sí. Los niños tienen transferencia. Este fue el debate entre Ana Freud y Melanie Klein, y fue Melanie Klein quien lo planteó de una manera satisfactoria diciendo que la transferencia y del adulto son iguales, y que debe ser tratada de la misma manera. En términos lacanianos hay en el niño la posibilidad del Sujeto supuesto Saber. Cualquier persona que toma un niño en análisis ve muy bien cómo el niño ubica algo del saber en el lugar del analista, que permite la transferencia. Sujeto supuesto Saber de lo que fue dicho anteriormente para este niño en análisis y desde antes que este niño surgiera en el análisis. El analista es el testigo de que en un lugar hay un supuesto saber de todo lo que fue dicho. En este sentido existe la estructura de la transferencia en los niños.

P.: ¿Situaría alguna especificidad en el análisis de niños?

E. Laurent: Por supuesto, la especificidad está en la repartición entre el síntoma y el fantasma. Es diferente el caso en que la madre está articulada al padre, produciendo el síntoma como articulación clara del deseo de la madre a la posición del padre, al Nombre del Padre, a cuando no se produce esta articulación y el deseo de la madre queda articulado al goce de la madre sin esta mediación. Ubicar bien estas cosas es una particularidad del análisis de niños. También hay otra particularidad que consiste en que uno puede enceguecerse en el desarrollo. Un adulto está supuestamente desarrollado, lo que es una suposición. Que de manera manifiesta el niño se desarrolle, que haya procesos de maduración, da la ilusión de que la estructura no está constituida, que va a constituirse. Pero aun siendo verdad que el niño experimenta su cuerpo, los objetos que de su cuerpo puede entregar al otro, objeto oral, anal –que son los más conocidos– la mirada y la voz, no hay que pensar por ello que todo se explicaría por una fase del desarrollo. Siempre fue un peligro esta tentación: reducir la posición del analista, las dificultades del análisis de niños, al punto de vista del desarrollo. Hay un punto de vista lacaniano del desarrollo del niño que es la ubicación propia del cuerpo, de la articulación del sujeto con su propio cuerpo.

P.: ¿Y en cuanto al final de análisis?

E. Laurent: Ya se lo decía a usted en otras circunstancias, existen los finales de análisis de niños de hecho y los finales de análisis que tendrían que ocurrir. De hecho hay gran cantidad de casos en que se va al analista de niños para obtener un alivio del síntoma, este alivio puede reducirse a un desplazamiento del síntoma. Pero desplazar el punto de vista de lo que era insoportable ya no está tan mal. Lo que sería un final de análisis en el niño no estaría de lado del síntoma sino del lado del fantasma. Hay pocos análisis de niños que pueden considerarse como terminados; ni el análisis de Juanito, ni el de Piggle, ni el de Richard son análisis terminados. Creo que es algo que hay que producir. Pero hay una paradoja: uno podría hablar de análisis terminado después del encuentro con lo que es el goce sexual como tal; la paradoja sería que en ese momento, un niño deja de definirse como niño. En el momento en que se podría verificar que hay un análisis terminado, es el momento en que el niño desaparece y lo que hay es lo que se llama adulto, alguien que se enfrenta con el goce sexual como tal.

Entrevista y texto de Silvia Elena Tendlarz
Malentendido 2, 1987, Buenos Aires, Argentina