Alocución inaugural del Servicio Jacques Lacan

Entrevista a Françoise Joselin, antigua Jefa del Servicio de Psiquiatría del Centro Hospitalario Especializado de Rouvray en Sotteville-le-Rouen, actual Jefa del Servicio de Villejuif.
P.: ¿Cómo surgió la denominación del servicio Jacques Lacan?

F.J.: La idea en sí misma rubrica el resultado de un trabajo de reestructuración de un servicio que no funcionaba del todo bien, y en el que intenté introducir el psicoanálisis. En Francia no es totalmente corriente que existan analistas afiliados a una institución, sobre todo ocupándose de pacientes crónicos que están desde hace años, y que fueron internados siendo niños. Para nosotros eso constituye una novedad. Tengo pacientes que estaban totalmente incapacitados de franquear el menor espacio real puesto que en su estructura la cuestión del espacio era totalmente problemática.

Tuve que atravesar muchas dificultades, como por ejemplo una huelga de tres meses. Querían que yo dejara el servicio porque no podían tolerar lo que podía aportar una apertura. También la administración fue poniendo muchas piedras en nuestro camino. Luego de una tan dura iniciación, pude hacer ingresar algunos analistas a la institución y comenzar a trabajar.

Fue necesario una reestructuración no solo del personal sino también del locus –modificamos la disposición geográfica porque el lugar estaba “podrido” (por la suciedad, el ruido, etc.)–. Fue necesario –en un servicio adonde nadie quería reparar nada ya que estaba todo muy roto– un cambio en el espíritu de la gente. En cuatro años pude modificar toda la arquitectura del inmueble, crear un hospital de día en el exterior y dos clubs terapéuticos en los dos dispensarios del sector.

El día que la salud mental de la institución estuvo mejor, el supervisor me pidió si se podía cambiar el nombre de la institución, que no era un nombre propio, el nombre de un árbol, “Le peuplier” (“El álamo”). No era cuestión entonces de desbautizar, sino más bien de directamente bautizarlo.

Al comienzo no presté atención a la propuesta, y esperé que la persona que lo pidió diera algunas ideas, pero como reaparecían solo nombres de árboles, finalmente me ocupé del asunto. El único nombre que se me ocurría en relación a este trabajo del analista en la institución era Jacques Lacan. Tuvo que encaminarse primero la idea en sí misma, y luego fue que la propagué en el exterior. Ante todo a la familia Miller que aceptó. Esto dio lugar a la inauguración el 3 de septiembre de 1985, en la que se hicieron presentes los miembros del directorio y del consejo de la “Ecole”.

Puedo señalar también la importancia de esta denominación en cuanto a su dimensión simbólica, puesto que la celebración se hizo el día de mi partida, estipulando que no era cuestión de ser el objeto de alguien sino la dimensión de lo que recubre la nominación.

P.: ¿Cuáles fueron los efectos de esa nominación?

F.J.: Los efectos fueron preliminares a la nominación. Dado lo conmocionado que estaba el servicio, la aceptación de mi propuesta por parte del plantel de psiquiatras fue unánime, lo que constituye el signo de un efecto. La administración, con la que se tuvo una relación dual por lo menos durante dos o tres años, aceptó a continuación. Toda la comisión médica consultativa estaba en contra de un director que quería ser la autoridad médica. Esto formaba parte del contexto socio-político local. La aceptación fue el resultado de un efecto. La entrada del psicoanálisis en esa institución fue a través de un seminario que di sobre la psicosis dirigido a todo el hospital, ya que en ese hospital de provincia no existía ningún tipo de enseñanza del psicoanálisis. Formó parte de la posibilidad de establecer una Sección Clínica fue de París. Entonces, entre los efectos se debe considerar la introducción del psicoanálisis en el cuerpo médico y la reestructuración del servicio a partir de la inclusión de la diferencia (en la notación, inclusión de un supervisor, etc.)

Entrevista a R. Brocca, Jefe del Servicio de Psiquiatría General de la Abadía de Premontré

P.: ¿Cómo surgió la idea de la creación de la Unidad Clínica Psicoanalítica Jacques Lacan?

R.B.: Era una idea antigua que no fue posible realizarla hasta septiembre de 1986, en tanto que era necesario crear las condiciones de posibilidad en un asilo psiquiátrico tradicional. Hubo que tomar en cuenta la historia, las inercias y la población con que se contaba en ese momento. No se trataba simplemente de poner un cartel en la puerta o de bautizar cualquier edificio; se trataba de crear un lugar donde se pudiera aplicar la enseñanza de J. Lacan de una manera rigurosa. Esto no fue posible hacerlo rápidamente. Tuve que modificar ciertos funcionamientos del servicio y llevar a que el personal sea exclusivamente de formación psicoanalítica tal como ocurre actualmente.

Cuando llegué hace cinco años al hospital, todas las categorías de enfermos estaban mezcladas. Los enfermos más antiguos –en su mayoría– estaban internados desde hacía cincuenta años ininterrumpidamente. La población del servicio era de 120 enfermos, cuarenta de los cuales funcionaban con el síndrome que en Estados Unidos se denomina “de la puerta giratoria”: se les da la medicación, se los externa, recaen, vuelven, nuevamente se les da la medicación, y así sucesivamente. Fue necesario cambiar totalmente ese método y tratar a cada enfermo de acuerdo a las distintas categorías de enfermedad: paranoia, esquizofrenia, demencia senil, encefalopatías, depresiones, etc. No se puede tratar a todos con el mismo criterio. Una vez establecida esta distinción, se planteó una vuelta a la clínica, puesto que la joven generación de psiquiatras no conoce la clínica clásica y no pueden reconocerla. Hasta entonces se trabajaba con una clínica humoral, es decir, cuando un paciente estaba deprimido se le daba una medicación para calmarlo: cuando se tranquilizaba salía, para volver a recaer al corto tiempo. Necesité cinco años para hacer evolucionar las cosas.

Actualmente creamos esta clínica que es un elemento de un conjunto que funciona de una manera coherente. En otra oportunidad quedaron los antiguos enfermos para los que no encontramos por el momento otra solución más que el hospital: las demencias seniles, las encefalopatías, las psicosis infantiles envejecidas, etc. De la antigua población de 120 enfermos quedan solo cuarenta en esta unidad. Eso no quiere decir que funcionen con los antiguos principios. En otras épocas se trataba a los enfermos colectivamente, en este momento cada enfermo es atendido individualmente por los enfermeros, psicólogos, médicos, etc. La noción médica de enfermedad es la de considerar a los enfermos por cama, vale decir, acostados, más que como personas. También ese fue un trabajo de ruptura.

En cuanto al funcionamiento, la unidad J. Lacan acoge a los nuevos enfermos que llegan al servicio. Permanecen solo algunas semanas y luego salen con alguna solución psicoanalítica. Durante su permanencia en el servicio son tratados por psicoanalistas, reduciendo la medicación a lo indispensable. Al externarse, continúan su tratamiento analítico en el hospital en forma ambulatoria, con una frecuencia de dos veces por semana.

P.: ¿Qué relación encuentra usted entre la psiquiatría y el psicoanálisis?

R.B.: Hay una diferencia ética entre ambas. La psiquiatría funciona siguiendo el modelo del discurso del Amo, el psiquiatra se ubica en la posición del Amo. Es diferente a la posición del analista en la interlocución con el paciente. Esto es lo que intentamos poner en práctica aquí, un estilo de relación con el paciente que corte con la práctica habitual de dominio del enfermo. El enfermo ya no es considerado como un objeto de cuidado, sino que le restituimos el lugar de sujeto al que hay que ayudar a reconocerse en su estructura y en su historia.

Entrevista a Ives Kauffman, Adjunto al Jefe del sector N° 4 de Levallois-Perret, Médico responsable del Centro de Hospitalización Psiquiátrico Jacques Lacan

P.: ¿Cómo se constituyó el servicio Jacques Lacan?

I.K.: Fue un proyecto que surgió del trabajo en común de todo un equipo de enfermeros, psicólogos y yo mismo, alrededor de la idea que teníamos de que existía en nuestro servicio un cierto número de pacientes para los cuales la estructura hospitalaria clásica no les correspondía por dos tipos de razones. Por un lado, por la modalidad de vida en común con los grandes esquizofrénicos, encefalopatías, enfermos crónicos, ancianos, con los que la vecindad era un problema por razones de identificación y por una convivencia imposible. Y por el otro lado, la estructura psiquiátrica clásica es crónica, el tratamiento no es concebido como algo dinámico, de corta duración. Una paranoia que inicia su psicosis sabemos muy bien –salvo los ideólogos de la antipsiquiatría y la gente que ataca constantemente los muros del asilo– que se trata, teóricamente, dura un cierto tiempo, pero con un trabajo intenso que las unidades psiquiátricas clásicas no pueden brindar. Este es el primer aspecto. El segundo aspecto es que había cierto número de pacientes que rechazaba sistemáticamente la internación en los hospitales psiquiátricos públicos, y buscaban institutos privados. Las estructuras privadas en Francia son característicamente admisibles en cuanto a lugar físico; pero en plano de equipo terapéutico indigentes y pobres, y en el plano del método de atención están sobre todo preocupados por lo que del lado de la seguridad social sea bien cotizado. Estos pacientes se encontraban en la situación de deber ser atendidos en el domicilio, ambulatoriamente, lo que era bastante problemático, y a veces imposible. Esto llevaba a una degradación del estado psicopatológico que conducía a una hospitalización dramática cuando ya no podía seguir evitándose. Este es el aspecto de la necesidad de definir una nueva estructura de acogida a partir de lo que existía. Por otra parte, está la cuestión de tomar el tratamiento de pacientes desde el sesgo de la enseñanza de Lacan, es decir, por un trabajo esencialmente centrado en la palabra y no simplemente por métodos quimioterapéuticos, readaptativos, reeducativos, que reinstauran una apariencia de discurso por el hecho de poner al enfermo mental en una microsociedad en el hospital psiquiátrico (considerado como una extensión de la readaptación para la integración a la sociedad normal).

Antes de continuar, diré algunas palabras acerca del tipo de pacientes para los que se imponía la creación de una estructura que al principio bautizamos “Atención de crisis y recepción”. Por un lado los pacientes neuróticos. Existe un número de pacientes –fuera o dentro del ámbito de un tratamiento– a los que se le indica una hospitalización (por un estado depresivo grave con tendencias suicidas, estados de angustia agudos, o por toda otra clase de dificultades de la relación del sujeto con lo real). En estos casos, cuando la hospitalización se hace indispensable, hay que llevarla a cabo de la manera lo más corta posible puesto que no es evitando sistemáticamente el contacto con lo real que se resuelven las dificultades del sujeto con lo real. En segundo lugar, la necesidad de no psiquiatrizar la situación, no hacer de los sujetos objetos de cuidado, sino de llevarlos a la dimensión de sujetos aptos para tomar iniciativas en su vida. Diría también, hospitalización intensiva para poder devolver la palabra a sujetos que la pierden. Es necesario un contacto cotidiano, un poco con el espíritu de lo que se hacía en los años ’60 en el movimiento de psicoterapia institucional. La segunda categoría de pacientes es la de los psicóticos que ya están en análisis, pero que no por ello deja de ser posible un derrumbe de lo que hace de prótesis discursiva en ellos. Es suficiente que se produzca un encuentro con un Padre, o que un significante no responda –para tomar la formulación de Lacan– para que desencadene un episodio delirante agudo. Sabemos bien que el sentido de la psicosis es de ser sineidesis (Lacan retoma esa imagen de un psiquiatra de de principios de siglo) la construcción imperfecta de un muro de ladrillo que es el delirio, cuya misma construcción tienen tendencia a demolerse y a construirse de otra manera. A partir de que la misma demolición es parte de la estructura, es evidente que cualquier psicótico puede ser llevado a hospitalizarse. Por la misma razón, el corte con lo real debe ser lo más corto posible. La hospitalización psiquiátrica standard peca en ponerlo en un estatus identificatorio que degrada al ser en un paciente psicótico crónico que pasa su vida en el asilo. Para los pacientes que tienen su primera internación en el momento de la inauguración de su psicosis, tiene algo de promocional el enviarlos por algunos días a una estructura de atención intensiva (quince días) que trabaje sobre todo con la palabra.

El tercer punto de mi argumentación es de orden social y político. El sector de Levallois es particular por el hecho de la bipolaridad de la población, que consiste en la coexistencia de un proletariado muy pobre y de una burguesía que en continuidad con la de Neuilly –que es la comunidad chic vecina– invade progresivamente Levallois. Este es el efecto de la colocación política de Levallois, que era comunista y devino R.P.R. mayoritario (Rassamblement pour la République). Esto produjo un cambio de la población para los que la estructura hospitalaria pública –que es muy pobre– no correspondía a lo que podían aceptar como condiciones de hospitalización. Fue entonces necesario agregar al proyecto de Atención y Recepción un aspecto de rehabilitación del sector público, es decir, tanto en lo terapéutico como en la hotelería es mejor. Esto también cuenta en la definición del servicio Jacques Lacan. Desde 1983 vienen pacientes que antes iban sistemáticamente a clínicas privadas (por ejemplo dos jefes de servicio de psiquiatría, hijos de hombres públicos, y un gran número de trabajadores de la salud mental).

El cuarto punto de mi argumentación es que el sector de Levallois no tiene una práctica sensorial (los pacientes no son solo de Levallois). Esto da la particularidad de nuestro equipo –en su mayoría psicoanalistas nos envían a sus pacientes cuando necesitan hospitalización, esto es en resumen las necesidades que precedieron a la creación de una estructura separada de la estructuración psiquiátrica standart, superequipada desde el punto de vista del equipo terapéutico, funcionando bajo el modo de trabajo de la enseñanza de Lacan.

Este proyecto se gestó en 1980 (cuando me hice cargo de este servicio) y recién en 1982 comenzó a tomar forma. Para ello era necesario un lugar lo más cercano posible a Levallois, y elegimos Moiselle. Dividí pues mi servicio en dos partes. El lugar de internación quedó en Moiselle y el de recepción y urgencia en Levallois.

Entrevista realizada por Silvia Tendlarz
Publicado en Malentendido 3, Buenos Aires, mayo de 1988.