Crímenes de mujeres

La violencia forma parte de nuestro mundo contemporáneo y las clasificaciones con las que se nombran los crímenes se expanden y diversifican. Los crímenes trascienden el sexo, la raza y las edades, pero algunos toman la particularidad de dirigirse a una población específica.

1. ¿Cómo llamar al crimen?

Las mujeres no son solo las víctimas de los crímenes, ellas también matan a los hombres, en ambos casos se los toma como parte de las violencias de género. Cuando una mujer asesina a su bebé recién nacido se los denomina “infanticidio”, que se distingue del “filicidio” de hombres y mujeres contra sus hijos. Mujeres desamparadas, la mayor parte de las veces jóvenes y sin un sostén a quien recurrir, no encuentran otra solución para deshacerse de un embarazo no deseado en algunas oportunidades producto de una violación, matando a su bebé recién nacido. El caso de la jujeña Tejerina puso nuevamente en cuestión la derogación de la figura de infanticidio puesto que dejaba de considerarse las circunstancias atenuantes y recibía todo el peso de la ley por el crimen agravado por el vínculo. Doblemente desamparadas, primero por su silencio durante el embarazo, luego por la condena, estas jóvenes cumplen su condena en el pabellón de las “infanto”. Hay más de una manera de violentar a una mujer, a veces es a través del desamparo.

Los hombres también matan a sus hijos, algunos por venganza, volviéndose ellos mismo una Medea. Durante su régimen de visitas un hombre le clava un puñal a su hija de seis años, mientras repite: “Si no es mía no es de nadie”. No mata a su mujer, la apuñala a través del homicidio de su hija vuelto un objeto de pasión, apunta a ella en su lugar de madre. Dentro de este tipo de filicidios se encuentran hombres como mujeres, y en ambos casos no hay ningún nombre que pueda nombrar a la pérdida de un hijo.

Cuando una mujer mata a su pareja el homicidio se incluye dentro de distintos diagnósticos: puede ser en un episodio alucinatorio en una esquizofrenia, en el ámbito de un delirio paranoico, o específicamente en el crimen pasional dado por los celos o por una emoción violenta.

Eric Laurent indica que los dos ámbitos privilegiados de los crímenes perpetuados por las mujeres son los infanticidios y los crímenes pasionales en donde tanto el niño como el hombre quedan tomados como objetos de pasión, objetos de goce. Al matarlos podemos indicar que se intenta producir una extracción de goce para liberarse de su kakon, de su mal.

¿Se puede plantear que los crímenes de las mujeres y de los hombres son simétricos en cuanto a su funcionamiento subjetivo? La figura del “femicidio” surge para examinar esta cuestión.

A las mujeres se las asesinan en distintos contextos que no involucran específicamente su condición de mujeres, por ejemplo los atentados terroristas contemporáneos que se vuelven parte de las actuales guerras civiles, en los actos fortuitos de la violencia callejera, en los crímenes de guerra y en los genocidios. Dentro de la psiquiatría sujetos con distintos diagnósticos pueden efectuar un crimen, pero, a diferencia de las mujeres, ya no es preponderantemente pasional. Guiraud relata el caso de un hombre que mata a su novia en un episodio alucinatorio aún reconociéndola puesto que la voz se lo ordenaba. El filósofo francés Althousser estrangula a su esposa mientras le daba un masaje sin darse cuenta de lo que hacía. Barreda lleva a cabo su cuádruple crimen con premeditación en medio de su delirio de reivindicación paranoico. Es más, la mayor parte de los asesinos seriales, que mayoritariamente son diagnosticados de psicosis, y muchos con rasgos perversos, toman como blanco a mujeres a partir de un rasgo específico con el que construyen la serie que nada tiene que ver con la pasión.

No obstante, existe una franja de hombres que matan a sus mujeres en episodios violentos, como así también a sus hijos, donde la muerte se produce porque literalmente “se le va de las manos”. En este contexto el femicidio cobra su especificidad.

2. Cuando se mata a una mujer

Si bien el término femicidio fue utilizado esporádicamente desde el siglo XIX, comienza a difundirse como tal cuando la activista sudafricana Diana Russell lo utiliza en 1976 ante el Tribunal Internacional de los Crímenes contra la Mujer, y al darle un marco teórico junto a Jill Radford en su libro Femicide. The politics of woman killing.

El femicidio se define de distintas maneras y su alcance es sujeto de debate en el interior mismo del movimiento feminista. El Diccionario de la lengua española lo define desde el año 2018 como el asesinato de una mujer en manos de un hombre por machismo o misoginia. Es decir, no se lo toma como un accidente sino como una manifestación del odio y desprecio hacia la mujer o como una reivindicación masculina. Para Diana Russell corresponde a un mecanismo de control y de agresión sobre las mujeres que genera poder para los hombres: el femicidio representa el grado extremo del abuso y de las distintas manifestaciones de violencia hacia las mujeres.

Tobledo Vasquez amplía el concepto originario y habla de “feminicidio” e incluye los delitos que contienen crímenes, secuestros y desapariciones por causa de una fractura de la institución estatal, es decir que ya no corresponde solo a la esfera “privada” sino “pública”. De esta manera, a veces femicidio y feminicidio se utilizan como sinónimos, otras se los distingue y ha generado un debate en el interior del movimiento feminista. El término “genericidio”, también utilizado en estas discusiones, ha sido abandonado.

En la legislación argentina en el año 2009 se sancionó la ley 26.485​ para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los Ámbitos en que se Desarrollen sus Relaciones Interpersonales. La ley fue reglamentada por Decreto 1011/2010​. Tres años después, en el 14 de noviembre de 2012 el Congreso sancionó la ley 26.791​ creando el delito de femicidio como causal autónoma del homicidio agravado, tipificándolo como el homicidio realizado contra “una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediante violencia de género”, es decir que no se trata de una figura penal autónoma sino que se lo agrega al Código como un homicidio agravado por el vínculo. Al mismo tiempo se crea el Registro Nacional de Femicidios. Desde 2016, se incorporó la categoría sexo/género de la víctima, incluyendo no sólo a mujeres cisgénero -término utilizado para nombrar a los individuos cuyo fenotipo coincide con su fenotipo sexual- sino también a mujeres trans (transexual o transgénero, individuos cuya identidad de género no corresponde al sexo asignado incluyendo tanto los géneros binarios como no-binarios) y travestis.

 Y desde el año 2017 se incorporaron en el Registro de Femicidios de la Justicia Argentina nuevos tipos de femicidios además de los trans y los travestis. Ellos son: 1. Femicidio o femicidio directo, que involucra la muerte violenta de mujeres incluyendo trans y travestis, en la familia o en la comunidad; 2. Transfemicidio o trasvesticidio, que alcanza con el reconocimiento como mujeres sin que hayan modificado su cuerpo; 3. Femicidio vinculado, homicidio que busca producir sufrimiento en una desigualdad de géneros; 4. Femicidio vinculado por interposición en línea de fuego, homicidio del que se interpone para evitar un femicidio; 5. Otras muertes violentas vinculadas a la violencia de género.

​ La ONU Mujeres advierte sobre el error habitual de considerar la expresión “violencia de género” como equivalente a la expresión “violencia contra la mujer” puesto que el primero es más amplio e involucra a hombre y a mujeres. La violencia de género es un tipo de violencia física o psicológica que presenta distintas manifestaciones, como actos que causan sufrimiento o daño, amenazas, coerción u otra privación de libertades.​

Rita Segato propone el término de “femigenocidio” para nombrar los crímenes de género en la escena pública o bélica. Antaño las mujeres formaban parte del botín de guerra en el territorio conquistado, en las guerras contemporáneas las mujeres siguen siendo violadas abusadas en sus cuerpos, y al ser sexualizados sus cuerpos, lo reducen a una esfera de intimidad y queda despolitizada la agresión.

No obstante, Segato señala en el año 2011 la ambigüedad que existe en el seno del feminismo acerca de a qué se llama femicidio puesto que está sujeto a imprecisiones y ambigüedades y señala, por ejemplo, que la violación en medio de un escenario bélico no es solo violencia sexual sino violencia por medios sexuales.

3. Mujeres en llamas

El fuego y sus metáforas usualmente se asocian a la pasión o a la excitación sexual: amar con ardor, el fuego de su mirada, estar “caliente” para nombrar la excitación, “dame, dame fuego” como resuena la letra de una canción, “está que arde” para hablar del enojo, son, entre otras, maneras de hablar de aquello que se produce en el encuentro entre dos partenaires.

Pero el fuego con el que se arde con vehemencia y lleva a la búsqueda del encuentro con el otro, paradójicamente se ha vuelto una de las formas con que en estos últimos años se han cometido crímenes contra mujeres en Argentina.

Luego de la muerte de Wanda Taddei, y hasta el año 2013, 132 mujeres fueron quemadas por hombres en Argentina, de las cuales la mitad murieron. En cambio, en los dos años anteriores, sólo habían sido identificados nueve casos de ataques similares a partir de lo que llaman el “efecto Wanda”. Las amenazas de quemar viva o prender fuego a una mujer fueron así incluidas en el discurso social como formas de atacarlas.

Wanda Taddei fue una mujer asesinada por su esposo, el músico Eduardo Vázquez, en el año 2010, que la quemó durante una discusión. Este músico era el baterista de una banda de rock llamada “Callejeros”. Esta banda tocaba cuando ocurrió la tragedia ocurrida el 30 de diciembre de 2004 en la discoteca Cromañón en la que por un incendio producido por el uso de pirotecnias murieron 194 personas y 1432 personas resultaron heridas.

Ante una disputa entre Eduardo y Wanda, ella termina internada en el instituto del quemado y muere once días después. Del momento de la disputa se desprenden dos versiones. Vázquez aseguró que forcejearon al pelearse con una botella de alcohol cuyo contenido se derramó sobre ellos. Luego, al prender un cigarrillo, se prendieron fuegos sus brazos, y Wanda, al abrazarlo para apagar las llamas, se quemó. Los resultados de las pericias fueron otros. Wanda, sentada en un sillón no fue lastimada en un zamarreo; los hijos escucharon una pelea, golpes, y que la madre gritaba “me vas a matar”; un médico declaró que Wanda en su agonía dijo que él apareció con una botella de alcohol y un encendedor. Fue condenado entonces a 18 años de prisión por el delito de “homicidio calificado por el vínculo, atenuado por su comisión en estado de emoción violenta”.

Con este veredicto surgió el debate acerca de la contemplación de la “emoción violenta” como circunstancia atenuante en la pena. Esto llevó a que el 14 de noviembre de 2012 se sancionara la Ley 26.791 que modifica el Código Penal y elimina la figura de la “emoción violenta” y se reemplaza por el de femicidio.

Por otra parte, surgió una gran discusión en torno a la proliferación de los homicidios a mujeres a través de elementos de combustión: ¿es un “efecto Wanda” mediático? ¿Es una modalidad de disfrazar la agresión bajo la excusa del “accidente”? ¿Se busca mitigar así la pena legal por homicidio? ¿Se quiere dejar una marcar del hombre en el cuerpo de la mujer?

Si bien el discurso general en relación a la “violencia de género” pertenece al ámbito social y el de femicidio al ámbito jurídico, no debe restringirse a una cuestión puramente clasificatoria o nominalista.

Eric Laurent señala que “el crimen de género, la violación, es por excelencia la marca de una nueva manera de vivir la relación entre los sexos…”. De hecho, uno de los libros de Rita Segato se titula La guerra contra las mujeres, y otro de Judith Butler El género en disputa. La guerra, la disputa, la violencia privada emerge en la relación entre un hombre y una mujer dando cuenta de su malestar y extravío. El lugar del discurso de las mujeres y sobre ella, se ha desplazado en nuestra civilización pero, al mismo tiempo que van obteniendo el postergado reconocimiento de sus derechos y libertades, continúa el malestar en la relación entre los sexos.

Desde el psicoanálisis, el ataque de un hombre a una mujer, por fuera del discurso de victimización, tiene sus matices particulares. Una mujer puede volverse el síntoma de otro cuerpo, dice Eric Laurent, pero los hombres son el estrago de un cuerpo de otro sexo. Y esto no involucra solamente la cuestión del amor. De allí que la violencia de género o el femicidio testimonian de cómo los hombres golpean, maltratan o matan el cuerpo de mujeres.

El binomio masculino-femenino propuesto por Freud no es privativo de ningún sexo, sino más bien de posiciones antinómicas que pueden coexistir en una misma persona. La confrontación con la feminidad evoca para ambos la posición que se asume frente a la castración. Del lado de Lacan la distribución sexuada responde a las modalidades de goce fálico y suplementario sin que se restrinja a un sexo específico. Jacques-Alain Miller señala que en la última enseñanza Lacan enfatiza el “goce como tal” del cuerpo del ser-hablante, y sobre él se distribuyen las posiciones sexuadas. Queda entonces por interrogar el real del cuerpo que se goza y cómo se subjetiviza.

Para la legislación los hombres y las mujeres existen y producen una proliferación nominalista de términos para nombrar los homicidios de mujeres. El avance legal que toma el espíritu de la época ha permitido incluir a posiciones femeninas por fuera de la anatomía aunque lo examine en términos del discurso identitario del género. No obstante, en el mismo debate feminista persiste la pregunta acerca de qué es una mujer, de acuerdo a lo señalado por Butler. De ahí que junto a la imposible respuesta de finalmente cómo nombrarla, cómo aprehender ese significante que se hurta entre las palabras, persiste el examen del homicidio de mujeres que sigue siendo una pregunta que arde.

BIBLIOGRAFÍA

  • J. Butler, El género en disputa, Paidós, Buenos Aires, 2018.
  • E. Laurent, “Psicoanálisis y violencia: sobre las manifestaciones de la pulsión de muerte. Entrevista a Eric Laurent”, A violência: sintoma social da época (La violencia: síntoma social de la época), Scriptum-EBP, Belo Horizonte, 2013.
  • R. Segato, La guerra contra las mujeres, Prometeo, Madrid, 2016.
  • S. Tendlarz, “Mujeres en llamas”, Lacan Quotidienne (2014), publicación electrónica.