Mujeres en llamas

Crónicas porteñas de Silvia Elena Tendlarz

El fuego y sus metáforas usualmente se asocian a la pasión o a la excitación sexual: amar con ardor, el fuego de su mirada, estar “caliente” para nombrar la excitación, “dame, dame fuego” como resuena la letra de una canción, “está que arde” para hablar del enojo, son, entre otras, maneras de hablar de aquello que se produce en el encuentro entre dos partenaires.

Pero el fuego con el que se arde con vehemencia y lleva a la búsqueda del encuentro con el otro, paradójicamente se ha vuelto una de las formas con que en estos últimos años se cometen crímenes contra mujeres en Argentina.

El diario La Nación del 7 de marzo de 2014 publicó una nota en la que indica que según el Observatorio de femicidio en Argentina una mujer es asesinada cada 30 horas. Se produjeron 295 “crímenes de género” el año pasado. En 46 casos existían órdenes de exclusión de los hombres que las asesinaron. Los familiares cercanos se encuentran entre los asesinos y, por otra parte, sus propios hijos murieron en manos del mismo agresor. Con esto acentuaron la violencia dentro del grupo familiar, en el interior del hogar.

La violencia ejercida contra mujeres forma parte del llamado socialmente “violencia de género”. Más específicamente se utiliza el término “feminicidio” o “femicidio” para nombrar el asesinato por un hombre de una mujer que considera de su propiedad o dominio. Este término comenzó a ser utilizado a partir del movimiento feminista para nombrar los crímenes contra mujeres. La activista feminista sudafricana Diana Russel lo utilizó en 1976 públicamente en el Primer Tribunal internacional de Crímenes contra Mujeres, y lo definió luego como “el asesinato de mujeres por el hecho de ser mujeres”. En la actualidad forma parte en Argentina del tipo de homicidio caratulado como “agravado por el vínculo”.

Ahora bien, las cifras divulgadas por el Observatorio de Femicidios indica que a partir del caso de Wanda Taddei que murió quemada en 2010, el número de víctimas se incrementó de un año a otro. Luego de la muerte de Wanda y hasta el año 2013, 132 mujeres fueron quemadas por hombres en Argentina, de las cuales la mitad murieron. En cambio, en los dos años anteriores, sólo habían sido identificados nueve casos de ataques similares a partir de lo que llaman el “efecto Wanda”. Las amenazas de quemar viva o prender fuego a una mujer fueron así incluidas en el discurso social como formas de atacarlas.

Wanda Taddei fue una mujer asesinada por su esposo, el músico Eduardo Vázquez, en el año 2010, que la quemó durante una discusión. Este músico era el baterista de una banda de rock llamada “Callejeros”. Esta banda tocaba cuando ocurrió la tragedia ocurrida el 30 de diciembre de 2004 en la discoteca Cromañón en la que por un incendio producido por el uso de pirotecnias murieron 194 personas y 1432 personas resultaron heridas.

Ante una disputa entre Eduardo y Wanda, ella termina internada en el instituto del quemado y muere once días después. Del momento de la disputa se desprenden dos versiones. Vázquez aseguró que forcejearon al pelearse con una botella de alcohol cuyo contenido se derramó sobre ellos. Luego, al prender un cigarrillo, se prendieron fuegos sus brazos, y Wanda, al abrazarlo para apagar las llamas, se quemó. Los resultados de las pericias fueron otros. Wanda, sentada en un sillón no fue lastimada en un zamarreo; los hijos escucharon una pelea, golpes, y que la madre gritaba “me vas a matar”; un médico declaró que Wanda en su agonía dijo que él apareció con una botella de alcohol y un encendedor. Fue condenado entonces a 18 años de prisión por el delito de “homicidio calificado por el vínculo, atenuado por su comisión en estado de emoción violenta”.

Con este veredicto surgió el debate acerca de la contemplación de la “emoción violenta” como circunstancia atenuante en la pena. Esto llevó a que el 14 de noviembre de 2012 se sancionara la Ley 26.791 que modifica el Código Penal y elimina la figura de la “emoción violenta” del feminicidio.

Por otra parte, surgió una gran discusión en torno a la proliferación de los homicidios a mujeres a través de elementos de combustión: ¿es un “efecto Wanda” mediático? ¿Es una modalidad de disfrazar la agresión bajo la excusa del “accidente”? ¿Se busca mitigar así la pena legal por homicidio? ¿Se quiere dejar una marcar del hombre en el cuerpo de la mujer?

Si bien el discurso general en relación a la “violencia de género” pertenece al ámbito social, no debe restringirse a una cuestión puramente clasificatoria, sino que involucra la reflexión relativa a cómo entender la distribución sexuada y las modalidades de goce [1].

Durante una entrevista, Eric Laurent señala que a diferencia de la violencia organizada de las masas del siglo XX, el siglo XXI testimonia de una forma diferente de violencia que se caracteriza por su desmasificación y privatización. La violencia individual, privada, esencialmente absurda, incluye los robos de los objetos agalmáticos otorgados por el mercado de consumo. “El crimen de género, la violación, es por excelencia la marca de una nueva manera de vivir la relación entre los sexos…”, dice Laurent [2]. Así, la violencia privada emerge en la relación entre un hombre y una mujer dando cuenta de su malestar y extravío. El lugar del discurso de las mujeres se ha desplazado en nuestra civilización, de allí que la guerra entre los sexos se vive de otra manera en la medida en que se van reconociendo sus derechos y libertades.

Desde el psicoanálisis, el ataque de un hombre a una mujer, por fuera del discurso de victimización, tiene sus matices particulares. Una mujer puede volverse el síntoma de otro cuerpo, dice Eric Laurent, pero los hombres son el estrago de un cuerpo de otro sexo. Y esto no involucra solamente la cuestión del amor. De allí que la violencia de género o el feminicidio testimonian de cómo los hombres golpean, maltratan o matan el cuerpo de mujeres [3].

Las llamas del amor abrasan (las queman) a las mujeres en su forma erotómana de amar, y en el estrago de la relación con un hombre pueden llegar a arder. ¿Cómo evitar que su cuerpo quede como prenda de su extravío?

NOTAS

  1. Véanse los trabajos “Bate-se numa mulher… quando os semblantes vacilam” de Heloisa Caldas y “La discordancia entre los goces no es un problema de género” de Graciela Ruiz, en Rodrigeus Machado, O. y Derezensky, E. (comp.), A violência: sintoma social da época (La violencia: síntoma social de la época), Scriptum-EBP, Belo Horizonte, 2013.
  2. Laurent, E., “Psicoanálisis y violencia: sobre las manifestaciones de la pulsión de muerte. Entrevista a Eric Laurent”, A violência: sintoma social da época, op. cit.
  3. Laurent, E., “La clinique de pas-toutes”, Mental (2014).