Los cortadores de trenzas

Presentación

Un curioso tipo de fetichismo es comentado por Freud en distintas oportunidades. Su nombre “Cortadores de trenzas”, ya indica la particularidad de su erotismo: cortar trenzas o cabellos a mujeres, y masturbarse con ellas.

En 1910, en su artículo sobre Leonardo Da Vinci, Freud dice: “…la veneración fetichista del pie y el zapato femeninos parece tomar a aquél sólo como un símbolo sustitutivo del miembro de la mujer otrora venerado, y echado de menos desde entonces; los “Cortadores de trenzas” desempeñan, sin saberlo, el papel de personas que ejecutan el acto de la castración en los genitales femeninos”. (Ed. Amorrortu, Tomo XI, pág. 96)

Casi 20 años más tarde. En su artículo sobre el fetichismo de 1927, Freud vuelve sobre el mismo ejemplo introduciendo algunas variaciones. Dice: (luego de su desarrollo sobre la coexistencia de la desmentida y la admisión de la castración) “…a partir de aquí uno cree comprender, si bien a la distancia, la conducta del cortador de trenzas[1], en quien ha esforzado hacie adelante (vordrängen) la necesidad de escenificar la castración que él desconoce. Su acción reúne en sí las dos aseveraciones recíprocamente inconciliables: la mujer ha conservado su pene y el padre ha castrado a la mujer…”. (Ed. Amorrortu, Tomo XXI, pp. 151-152)

Vemos en estos comentarios cierto deslizamiento: el cortar las trenzas ya no es sólo una representación de la castración sino que reúne en esa escena el doble movimiento del perverso: afirmación y denegación de la castración.

Los “Cortadores de trenzas” encontraron su estatuto de “perversos” en el tratado de Krafft-Ebing Psychopathia Sexualis, texto del que Freud toma sus fuentes para el análisis de la perversión en los “Tres ensayos de teoría sexual” de 1905.

Reproducimos a continuación un extracto de este libro en el que presenta este tipo de fetichisjmo. Incluimos también en esta serie uno de los casos retomados por Krafft-Ebing para poner en evidencia la diferencia entre el texto original y su presentación con un tinte francamente moral. Vemos así que en lugar del estado de confusión que padece “El cortador de trenzas” tal como lo presentan los autores en 1884, encontramos un sujeto que se deja llevar por sus impulsiones y después carga con su crítica moral frente al acto “incorrecto”que acaba de realizar.

Más que un reclutamiento en una degeneración standard al estilo de Krafft-Ebing, es necesario situar en la particularidad de cada caso el lugar que ocupa el “acto insensato” del cortador de trenzas. El análisis de Freud va en otro sentido. El punto de referencia freudiano es la posición del sujeto frente a la castración, verdadero organizador de la estructura.

Publicado en: Malentendido 6, Buenos Aires, 1990.

NOTAS

  1. Perversión consistente en deriver placer de cortar el cabello a las mujeres.