El bovarismo

Le Bovarysme, Jules de Gaultier, ed. Mercure de France, 1902

A partir de la célebre novela de Flaubert, Madame Bovary, Jules de Gaultier, filósofo de comienzos de siglo, crea la palabra “bovarismo”, definida como “el poder que tiene el hombre de concevirse diferente de como es”, y que rápidamente es incorporada en la lengua francesa para designar “la evasión en lo imaginario por insatisfacción”. Pero el bovarismo no se limite a la falsa concepción que los sujetos se forjan de sí mismos. El bovarismo es también “una manera de mostrar las cosas en forma diferente de como son”.

En el libro capital que escribió sobre este tema, El bovarismo (del que reproducimos un capítulo), y a partir de la psicopatología del bovarismo (y sus formas morales, pasional y científica, que subraya Lacan en su tesis, p. 68 nota 70), Gaultier desarrolla un análisis de su acción sobre los individuos y las colectividades, y concluye extendiéndolo a la humanidad. Encuentra en los personajes flaubertianos la tara que supone esencial al ser humano, una “falla de la personalidad”, que bajo el efecto del entusiasmo, de la admiración, del interés o de una necesidad vital, los lleva a asumir un carácter diferente al verdaderamente propio. En la medida en que esta debilidad se aúna a la impotencia, estos personajes no logran igualarse al modelo propuesto por los ideales que aparecen bajo la acción del ejemplo y de la educación. Se establecen entonces dos líneas diferentes, que se aproximan o distancian, generando el ángulo que actúa como el índice del bovarismo. La distancia entre las propias posibilidades del individuo y la acción de los ideales determina el grado de bovarismo alcanzado. En los términos de Jules de Gaultier : “Mide la distancia que existe en cada individuo entre lo imaginario y lo real, entre lo que es y lo que cree ser”.

El estudio de Jules de Gaultier tiene el mérito de poner en evidencia el poder del ideal determinado por el medio social. Es por ello que Lacan toma este término para describir la personalidad de Aimée antes del desencadenamiento de la psicosis. El bovarismo da cuenta de la manera en que se presentaba en el mundo y construía la serie de acontecimientos de su historia. De esta manera, en la medida en que el bovarismo equivale a los ideales de la personalidad, resta ligada al medio social. Así, a través de este término, Lacan logra determinar la captura del Otro sobre el sujeto.

Por otra parte, este uso tiene el interés de oponerse a las teorías constitucionalistas de la época. Si bien la teoría constitucionalista de Génil-Perrin (Les paranoïaques, Maloine, 1926) y de Lévy-Valensi (“Bovarysme et constitutions mentales”, Journal de Psychologie, 1930) pusieron en correspondencia el bovarismo y la constitución, Lacan se separa de esta equivlanecia para darle a este término un nuevo sentido. La existencia de una constitución paranoica implica que la aparición de la psicosis se produce en una continuidad de rasgos existentes desde el comienzo. Al hablar de bovarismo Lacan puede indicar, por el contrario, que el desencadenamiento de la psicosis es un momento de ruptura, de discontinuidad, un “punto fecundo” (p. 96), en el que la emergencia del delirio paranoico permite distinguir el bovarismo de la erotomanía.

En su tesis, Lacan considera que el bovarismo es una de las funciones esenciales de la personalidad (p. 30 y 68). Lo toma en consideración en la definición de la personalidad según la experiencia común, en la que la distancia entre la síntesis y la intencionalidad de los fenómenos traduce el índice bovárico establecido por Jules de Gaultier en función de la acción de los ideales -ideales que se encuentran igualmente en la definición objetiva de la personalidad en relación a la “concepción de sí mismo” (p. 39)-.

Lacan encuentra los rasgos bováricos en Aimée a lo largo de toda su historia. Al estudiar las tendencias afectivas que revelan los escritos de Aimée, afirma que los escritos traicionan una sensibilidad esencialmente bovárica “refiriéndonos directamente con esta palabra al tipo de la heroína de Flaubert (p. 164). Esta “soñadora de idilio” -como la llama Lacan p. 181, nota 5-, mantiene en sus búsquedas sentimentales un grado de bovarismo “en el que desempeñan su papel los sueños ambiciosos” (p. 208) por un lado, y el “entusiasmo” bovárico por el otro.

En “Acerca de la causalidad psíquica”, al referirse al bovarismo, insiste nuevamente en la importante acción de los “ideales bováricos”, y señala que esto no implica ningún desprecio (Escritos, p. 169). En medio del Seminario III se encuentra una nueva mención del bovarismo, esta vez para hacer equivaler el sistema filosófico construido por Jules de Gaultier alrededor del bovarismo al sistema delirante de Schreber (p. 84). El término desaparece luego definitivamente de la obra de Lacan, integrado al concepto de ideal.

* Publicado en Escansión 2, Buenos Aires, 1990. También se publicó en 1997 en El Caldero 54, Buenos Aires.