Lo que hay de metáfora y metonimia en la satisfacción del síntoma

Lacan planteó en “La instancia de la letra” que la estructura del síntoma es la de la metáfora. Esta formulación nunca fue dejada de lado. Pero la metáfora incluye la acción de la metonimia en la medida en que el significante elidido queda en relación con el resto de la cadena significante. Desde esta perspectiva, la relación metáfora-metonimia brinda la “estructura formal” al síntoma, en donde se alojará la satisfacción pulsional.

En los años 70, Lacan modifica su teoría de la metáfora y de la metonimia, y articula estas figuras retóricas al goce. La metáfora no produce ya efecto de significación sino de sentido; y la metonimia es definida como una operación de crédito en la que interviene una contabilidad inconsciente de goce. Las cadenas significantes se vuelven cadenas de goce, de donde surge la expresión jouis-sens (goce de sentido). Estas modificaciones repercuten en la redefinición del síntoma, en particular en R.S.I.

En este contexto, ¿cómo situar la satisfacción del síntoma en su articulación a la metáfora y la metonimia? Examinaremos esta cuestión a partir del estudio de estas figuras retóricas en las dos polaridades de la enseñanza de Lacan.

1. Los años 50: La primacía simbólica

Lacan introduce las figuras de la metáfora y de la metonimia en su teorización como leyes del lenguaje en su Seminario III a partir de los trabajos de Jakobson sobre las afasias[1].

La metáfora supone similitud, similaridad y funciona por sustitución de posición[2]. Corresponde a la afasia motora, en la que se producen fallas en la contigüidad: los pacientes son incapaces de articular una frase compuesta que, no obstante, pueden nombrar correctamente.

La metonimia se inscribe en el orden de las relaciones de contigüidad, de alienamiento, de articulación significante, de coordinación sintáctica. Por ejemplo, treinta velas en lugar de la palabra “barco”, en donde se toma la parte por el todo. La conexión entre el barco y la vela está sólo en el significante. La afasia de Wernicke funciona de esta manera: el paciente encadena una serie de frases de carácter gramatical extraordinariamente desarrollado, pero siempre queda al margen de lo que quiere decir.

La metáfora es la sustitución de una palabra por otra, la metonimia es la conexión de una palabra con otra palabra. Ambas implican la imposibilidad de la existencia de un significante aislado. Remiten a la cadena significante en sus ejes horizontales (sintagmático) y vertical (paradigmático). Por otra parte, equipara, a diferencia de Jakobson, la metáfora y la metonimia a los mecanismos freudianos de condensación y desplazamiento respectivamente.

Las fórmulas que propone son las siguientes:

Para la metáfora es f (S’/S) S = S (+) s; y para la metonimia f (S…S’) S = S (-) s

En la primera fórmula hay atravesamiento de la barra. La metáfora se funda en la sustitución significante que da como efecto una creación de significación. Esta estructura de sustitución es la del síntoma. En la segunda, hay mantenimiento de la barra por la conexión entre los significantes que permiten la elisión por la cual el significante instala la falta en ser. Esta formulación le permite afirmar que el deseo es metonimia. La metáfora se liga con el ser, la metonimia con su falta.

¿Qué relación guardan estas dos operaciones? Si la metonimia es inicial, y continúa funcionando, ¿cómo se diferencia verdaderamente de la metáfora?[3]

Existe cierta relación entre la metáfora y la metonimia. Lacan señala en el Seminario III que “La metonimia es inicial y hace posible la metáfora. Pero la metáfora es de grado distinto a la metonimia“[4]. En “La instancia de la letra” define a la metáfora: “Brota entre dos significantes de los cuales uno se ha sustituido al otro tomando su lugar en la cadena significante, mientras el significante oculto sigue presente por su conexión (metonímica) con el resto de la cadena“[5].

En “La metáfora del sujeto” (1961) retoma la estructura que había utilizado para plantear la metáfora paterna como fórmula de la metáfora en general: S/S’1 . S’2/x = S (1/s”); por lo que es “el efecto de la sustitución de un significante por otro dentro de una cadena, sin que nada natural lo predestine…“[6].

La sustitución no es sólo posicional del sujeto por su objeto, sino que funciona como tal porque hace surgir el falo. Se produce así un desplazamiento del énfasis puesto sobre el falo entre el Seminario III y su artículo de 1961 a partir del análisis de un poema de Víctor Hugo. La metáfora paterna introduce la significación fálica en lo imaginario.

De esta manera, toda metáfora incluye un efecto metonímico, en tanto que su efecto no depende sólo de la relación que mantiene con el significante latente, sino con todos los otros significantes de la cadena con los cuales está ligado por contigüidad. La metáfora traduce la división propia del sujeto -la barra de la metáfora es la misma que barra al sujeto y la que señala la acción de la represión- y bajo la barra se desliza metonímicamente el objeto causa del deseo. Lo imposible de decir sostiene lo dicho.

2. Los años 70: La inclusión del goce

En “Radiofonía” (1970) Lacan revisa su teoría de la metáfora y de la metonimia, articulando estas figuras retóricas al goce. El lenguaje es condición del inconsciente en tanto que el “inconsciente se articula de lo que del ser viene al decir”[7]. Si bien el dinamismo del inconsciente incluye ambas operaciones, la barra del algoritmo que separa al significante y el significado no es ya “resistente a la significación”, como en “La instancia de la letra”, sino que se vuelve un “borde real”[8].

La metáfora produce un efecto de sentido, no de significación[9]. Se produce así un deslizamiento de la significación al sentido, que seguirá su curso hasta su reformulación en “Televisión” de la relación entre signo y sentido. La significación queda del lado de lo imaginario, el sentido tiene aquí como prototipo el sin-sentido (que ya había sido formulado de esta manera en el Seminario XI).

Lacan vincula la metonimia al goce, como un valor de transferencia[10]. Lo equipara a una operación de crédito en la que es “un ingreso-goce sobre el que se extrae“[11]. Por lo que: “Hacer pasar el goce al inconsciente, es decir a la contabilidad, es en efecto un retomado desplazamiento“[12]. El goce entra en la contabilidad del inconsciente.

La relación entre metonimia y goce tiene como base la formulación de la cadena significante como cadena de goce que lleva a Lacan a afirmar que: “el significante se sitúa a nivel de la sustancia gozante“[13].

Estas formulaciones llevan a establecer un lazo entre lo simbólico y lo real, de allí que el “borde real” de la metáfora le permite indicar que el efecto de condensación parte de la represión y regresa de lo imposible -en el ejemplo de Signorelli, parte de Signor y regresa de Herr-, a concebir como “el límite de donde se instaura por lo simbólico la categoría de lo real“[14].

La redefinición del síntoma como goce de la letra[15] implica su inscripción en el registro de una escritura que determina la manera con que cada uno goza de su inconsciente. Esta perspectiva construye una teoría generalizada del síntoma, válida tanto para la neurosis como para la psicosis, que fija al goce. C. Soler[16] señala que el síntoma como metáfora se incluye como un suplemento en la neurosis por la acción de la función del Nombre-del-Padre. La fijeza de goce propia del síntoma es lo no-dialéctico, lo real del síntoma. A esto se añade en la neurosis el funcionamiento metafórico.

Para concluir, podemos señalar que la satisfacción del síntoma se extrae de la coordinación entre goce y sentido; y esta satisfacción, encuentra su envoltura formal en la dialéctica entre la metáfora y la metonimia que funciona en la neurosis.

Publicado en: Satisfacciones del síntoma,Colección “Orientación Lacaniana”, E.O.L., Buenos Aires,1997.

NOTAS

  1. R. Jakobson, Lenguage infantil y afasia, Ayuso, Madrid.
  2. J. Lacan, El Seminario, Libro III, “Las Psicosis” (1955-56), Paidós, Buenos Aires, 1984, p. 314.
  3. Cf. R. Grigg, “Jakobson et Lacan, sur métaphore et métonymie”, Ornicar? 35 (1985-86).
  4. J. Lacan, El Seminario, Libro III, op. cit., p. 327.
  5. Idem, p. 487.
  6. J. Lacan, “La metáfora del sujeto” (1961), Escritos, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 1985, p. 868.
  7. J. Lacan, “Radiofonía” (1970), Radiofonía y Televisión, Anagrama, Buenos Aires, 1978 , p. 46.
  8. Idem, p. 30.
  9. Idem.
  10. Idem, p. 32.
  11. Idem, p. 34.
  12. Idem, p. 35.
  13. J. Lacan, El Seminario, Libro XX, “Aún” (1972-73), Paidós, Buenos Aires, 1981, p. 33.
  14. J. Lacan, “Radiofonía”, op. cit., p. 30.
  15. Lacan define al síntoma como “lo que del inconsciente, puede traducirse con una letra“, Ornicar? 5, p.66.
  16. C. Soler, “L’expérience énigmatique du psychotique, de Schreber à Joyce”, La Cause freudienne 23 (1993).