El hombre del futuro: Clones

La acción de la ciencia modifica la biología y la medicina. La naturaleza no existe ya. En su lugar encontramos los objetos creados por la ciencia: no hay nada natural en nuestro encuentro con los objetos que existen en el mundo.

El desciframiento del genoma humano forma parte de nuestra contemporaneidad. Se espera que la cartografía genética amplíe la acción de la medicina preventiva y de las terapias genéticas antes de la implantación del embrión. El gen defectuoso o portador de una enfermedad grave podría ser reemplazado por un gen sano obtenido a través de manipulaciones de laboratorio que clonarían los genes que deberían ser introducidos en el organismo del enfermo. Estos tratamientos se utilizan experimentalmente en los niños que nacen sin defensas inmunitarias por la ausencia del gen ADA y también con las células de la médula espinal.

Hace poco tiempo se obtuvo un nuevo uso de la medicina genética. El 4 de octubre el diario La Nación anunció un tratamiento inédito. Para salvar a su hija mayor de 6 años víctima de una enfermedad genética que causa el deterioro de la médula ósea y una muerte segura, una pareja decidió concebir un bebé utilizando técnicas de fertilización in vitro que fuera una donante compatible, y poder así utilizar las células del cordón umbilical. Entre 15 embriones se seleccionó uno que cumplía con este requisito y que no padecía la enfermedad de su hermana.

La selección de embriones abre un debate ético dado que todo lo relativo a la manipulación genética actualiza el fantasma de eugenismo y los efectos segregativos consecutivos. El dilema ético, en realidad, no se plantea en relación con el avance de la ciencia sino en cuanto a su uso. En ese progreso, ¿cuáles son los límites?

La ciencia no añade necesariamente por sí sola efectos de segregación: depende de su uso a través de las ideologías de los aparatos estatales. En las distintas edades del desarrollo de la humanidad se produjeron efectos segregativos; real constante contra al cual hay que luchar insistentemente.

Aún cuando se conozca el potencial genético, la biología no es el destino: a su até biológico se opone la insistencia del deseo que escapa a toda prevención. No se puede anticipar una vida sobre la base genética.

La ciencia es parte de nuestra contemporaneidad. Vivimos en la era de la ciencia. En cuanto a la procreación, se habla de una “revolución biológica”, de una “revolución procreativa”, de la “era de los clones o generación clon”, por las nuevas posibilidades que brinda la ciencia en materia de reproducción. Pero la asistencia médica a la procreación humana no debe confundirse con la manipulación genética.

Estas nuevas “realidades” son correlativas a una época de declive social de la figura paterna señalado por Lacan. El comienzo del siglo XX, y sobre todo el siglo XIX, se caracterizó por fuertes ideales que no funcionan en este milenio de la misma manera. La figura del padre como autoridad que ordena la estructura familiar, el discurso, los lazos sociales, ha caído y en su lugar aparecen otras estructuraciones familiares y sociales.

En el lugar de esa figura paterna aparecen -indicado por J.-A. Miller y E. Laurent- los derechos del hombre: instrumentos simbólicos que intentan coordinar las relaciones entre las personas. La importancia del lazo social suple la inexistencia del Otro. No hay un lugar de garantía social que diga cómo deben ser las cosas. En la naturaleza de las cosas se esperaba que el mundo se ordenara de determinada manera; la acción de la ciencia introduce nuevos objetos, y junto a ellos, la necesidad de instrumentar reglas de asociación entre los individuos.

Emergen así las comisiones de bioética para evitar que la gestión técnico-científica del viviente se sustituya a una legislación acorde a nuestra época. A través de estas comisiones se trata de establecer lazos sociales, leyes que respondan a los principios de los “derechos humanos” correlativos a un Estado de derecho.

En esta oportunidad nos centraremos en el examen de algunas de las consideraciones actuales acerca de la clonación.

1. Un mundo de clones

La palabra clon viene del griego klon (brote), que designa a un grupo de individuos genéticamente parecidos provenientes de un organismo único, por reproducción asexuada. En el mundo viviente existen los clones naturales y artificiales. En realidad, vivimos ya en un mundo ampliamente ocupado por clones.

De cada bacteria se desprenden, con cada división, bacterias idénticas a la original, que a su vez se dividen en dos, y así sucesivamente. Sucede lo mismo con las plantas que se reproducen por estacas y son capaces de reconstituir un clon genéticamente idéntico. Las copias clónicas son como las de una grabación en un casette: el sonido no es necesariamente tan bueno como el original. Se pueden observar numerosas mutaciones genéticas, a veces ínfimas, en las células clonadas. Este riesgo aumenta cuando las células clonadas están más diferenciadas.

Este fenómeno también puede aplicarse en animales. En los años 50 del siglo pasado, los estadounidenses Robert Briggs y Thomas King disociaron las células de un embrión en estado de mórula, luego de lo cual les extrajeron el núcleo y lo transfirieron a óvulos receptores desprovistos de núcleo, provenientes de otro anfibio. Los óvulos manipulados evolucionaron normalmente hasta llegar a ser rana.

En mamíferos el método de clonación es mucho más complejo: cada célula embrionaria es fusionada con el citoplasma de un óvulo, madurado in vitro y desprovisto de su núcleo. Luego es implantado en una madre sustituta para su gestación.

En el caso Dolly, las células no eran embrionarias sino diferenciadas, extraídas de la glándula mamaria de una oveja de raza Finn Dorset de 6 años de edad. Dolly no nace de una fecundación. Este acontecimiento, que tuvo lugar el 5 de julio de 1996 y fue anunciado el 23 de febrero de 1997 en la revista británica Nature, revolucionó al mundo. Wilmut y Keith Campbell -del Roslin Institute en Escocia- son los “padres científicos” de este animal.

A partir de allí, los nacimientos se sucedieron. En 1998, Dolly, a su vez, fue madre normalmente de una oveja que nació sin ningún tipo de mutación o malformación. Polly es una oveja creada en el mismo centro escocés en colaboración con una empresa farmacéutica. Este animal fue modificado genéticamente y tiene un gen humano, para producir una proteína humana en su leche: sustancia que podría ayudar a combatir enfermedades como la hemofilia o la osteoporosis. Jefferson es un ternero que nació en febrero de 1998 con la misma técnica de Dolly pero a partir de una célula fetal. Se planea utilizarlo para la creación de “ganado transgénico” capaz de producir leche para el tratamiento de enfermedades humanas. La firma que inventó a la oveja Dolly clonaron cerdos en marzo de 2000 para ser utilizados en trasplantes. Xena es la primer cerdita clonada.

La clonación causó gran conmoción en la opinión pública cuando el físico Richard Seed anunció a comienzos de 1998 su intención de comenzar los primeros ensayos de clonación humana en una clínica de Chicago, destinados a ayudar a parejas con problemas de fertilidad. De hecho, investigadores coreanos de la Universidad Kyumgee afirmaron que lograron clonar ese año a un humano, pero que el experimento fue interrumpido cuando el embrión estaba formado por cuatro células. Al año siguiente, la empresa Advanced Cell Technolochy anuncia un experimento análogo interrumpido a los 12 días por motivos éticos. Luego científicos chinos clonaron once embriones humanos más. El último resultado en clonación fue el nacimiento de Tetra, el primer simio clonado utilizándose la técnica de división del embrión.

En agosto de este año el gobierno británico aprobó la clonación de embriones humanos exclusivamente con fines de investigación médica para producir tejidos y órganos para trasplantes que no produzcan rechazo. Esta nueva tecnología por el momento no fue autorizada para la reproducción de seres humanos.

2. Las reservas clónicas

La posible clonación guarda dos perspectivas: como salida a problemas relativos a la fertilización, es decir, como medio procreativo; y como “solución” médica a la falta de órganos en el mercado. Una enfatiza la imagen idéntica, la otra el desmembramiento corporal.

En nuestra contemporaneidad aparecen producciones culturales que dan cuenta de los miedos y de las ficciones que se construyen en torno a estas cuestiones.

La novela Un mundo feliz de Aldous Huxley -cuya sociedad se divide en seres clonados de distinta categoría (se enfatiza así la discriminación)-, y Los niños del Brasil -un científico nazi escondido en ese país creaba toda una generación de réplicas clónicas de Adolf Hitler a partir de las células que había conservado de él- se han vuelto las referencias constantes relativas a esta cuestión. En 1998 fue publicada la novela Las partículas elementales que se aproxima aun más a los fantasmas actuales. Luego un recorrido que ilustra los efectos de derrumbe amoroso y vincular que produjo la liberación sexual del siglo pasado, culmina en años muy próximos a los actuales en la que surge, a través de la clonación, una nueva especie asexuada y racional, que elimina la sexualidad como modo de reproducción pero no el placer sexual repartido en otras zonas diferentes a la de los genitales suprimidos. En el 2029 se crea el primer ser de la nueva especia, y cincuenta años después quedan pocos humanos de la antigua raza que con resignación aceptan su desaparición. El hombre del futuro se vuelve así un ser perfecto que humorísticamente puede llamarse a sí mismo un dios.

El film Gattaca ilustra la desconfianza que despierta el diagnóstico pre-implantatorio. Al nacer, al protagonista se le diagnostica un 99% de posibilidades de morir de un trastorno cardíaco a los treinta años. Esta predicción lo petrifica entre los “no válidos”: se le impide estudiar y obtener el trabajo de volar al espacio. Los exámenes funcionan también como tarjeta de identidad; una pequeña muestra de sangre, de saliva, o un cabello alcanzan para determinar la identidad de un sujeto. La trama de la película responde a un temor actual: que el hombre se vuelva un “ser transparente” desde el punto biológico y que se introduzcan nuevas formas de discriminación. No obstante, el film transmite que la biología no es el destino, y el deseo del protagonista logra sobrellevar los impedimentos del control del estado que lo circunscribe a una tarea determinada.

Otra novela de actualidad es Clones: explica cómo se construyen gemelos clónicos que funcionan como “recambios clónicos” de órganos para paliar las enfermedades del modelo original. Les van sacando pedacitos como si fueran una sumatoria de órganos. La perspectiva de un clon como “reserva de órganos” es ampliamente criticada por la comunidad internacional.

Lacan señaló ya en 1967: La cuestión está en saber si, por el hecho de la ignorancia en la cual es mantenido ese cuerpo por el sujeto de la ciencia, habrá derecho luego a, ese cuerpo, hacerlo pedazos para el intercambio. El recorte del cuerpo en trozos y la circulación de los órganos en nombre del liberalismo en el mercado de consumo es anticipado así por Lacan en los años 60.

Hay que distinguir así el trasplante de órganos que se produce por donación, sin fines de lucro, aceptado por los comités de ética internacionales, de la producción intencional de un organismo considerado exclusivamente como un “stock de órganos”.

La “circulación de órganos” es un hecho de actualidad que no siempre está regulado por establecimientos autorizados sino que incluye la venta, el rapto o el asesinato. La clonación de órganos es un aspecto de un problema más amplio de nuestro tiempo. Las técnicas médicas avanzan pero no disponen de los órganos para los trasplantes. Surgen así dilemas éticos y la necesariedad de legislaciones que ordenen estos intercambios para evitar los excesos.

3. La copia y el original

Una ficción popular es que reproducirse por clonación permitiría mantener la propia identidad. Esta ilusión fascina y aterroriza. En realidad, el clon nunca podría ser igual al original. Los distintos estudios sobre el tema retoman personajes históricos para demostrar que no es posible que la “copia” sea igual al “original”, puesto que las circunstancias históricas y sociales del original son otras.

El punto central es que un sujeto no es un conjunto de genes, aquél que será no depende de su arsenal genético, sino que tiene que ver con su posición e inclusión en lo simbólico y la manera en que actúan sobre él los azares de la vida. En realidad, la clonación es un síntoma contemporáneo que traduce la pasión por la identidad.

La batalla mediática en torno a la clonación y sus repercusiones sociales son descriptas por Gina Kolata, periodista del The New York Times, en su libro Clone, y muestran las distintas posiciones ideológicas que determinan su aceptación o rechazo.

Si bien la mayoría de las legislaciones mundiales se pronunciaron en un primer momento en contra de la clonación humana y la experimentación con los embriones, la perspectiva del uso comercial y de su impacto en el mercado, produce el temor de quedar rezagados frente a la investigación de los países que no objetan la experimentación. Se construye así un nuevo Juno: una cara muestra a la opinión pública su repulsión; la otra, impulsa, a hurtadillas, la investigación.

Lacan señaló que la ciencia se desarrolla olvidándose del sujeto: poco le importa su bienestar. El saber científico avanza, como una producción autónoma, desentendiéndose del sujeto que sostiene esa elaboración. Sin excluirse del mercado de los bienes, la ciencia no se ocupa de las consecuencias de su progreso. Lacan denominó “desencadenamiento de la ciencia” a la voluntad de saber del científico que produce la modificación de las realidades perceptibles, lo que indica el sesgo anti-empírico de la cuestión, y añade al mundo objetos desconocidos hasta entonces.

Su progreso actúa en nuestra contemporaneidad e introduce nuevas posibilidades relativas a la procreación y la reserva de órganos que quedan necesariamente gestionadas por el discurso amo. Entre el deseo particular y el universal ofrecido por la legislación estatal se produce necesariamente una tensión. El exceso no se sitúa necesariamente del lado de la ciencia sino de su uso y de la ideología que orienta su progreso.

La ciencia propone constantemente algo más: empuje a la búsqueda que se desentiende de los efectos subjetivos. La legislación limita su uso quedando siempre un poco en retraso en relación a los novedades científicas.

Las ficciones de identidad contemporáneas reducción de la verdad a la biología y a la cartografía genética, proliferación de mitos clónicos- resultan a su vez insuficientes. Más allá, se desliza un sujeto que palpita, con deseos que le son propios, a veces inalcanzables.

El sueño del hombre perfecto no es más que un sueño. Así sea por reproducción natural, asistida o clonada, que incluya o no la perfección añorada a través de la manipulación genética, el ser que viene al mundo es un sujeto que no podrá nunca ser gestionado en sus deseos y pasiones de antemano. Afirmarlo es reducirlo a un conjunto de órganos y a un código genético desentendiéndose que lo que lo hace verdaderamente humano es su ser en el mundo, la acción de lo simbólico, y en definitiva, su posición frente a la castración. La perfección es otro mito de completud que elide la falta, y al hacerlo, paradójicamente despoja al hombre de sus sueños.

Publicado en El Caldero 83, Buenos Aires, pp 99-103.
Este trabajo retoma consideraciones expuestas ya en mi libro El psicoanálisis frente a la reproducción asistida (editores contemporáneos, 1998). Fue presentado en el 10º Congreso Argentino de Psicología efectuado en octubre del 2000 en Rosario.