El contexto del libro El banquete de los analistas

por Jacques-Alain Miller [1]

El banquete de los analistas es el curso dictado por Jacques-Alain Miller entre noviembre de 1989 y junio de 1990. Es, sin lugar a dudas, el antecedente directo del Seminario de Política lacaniana dictado entre noviembre de 1997 y mayo de 1998; es decir, casi diez años después.

Podemos establecer, pues, la siguiente progresión: 1980 tiene lugar la Disolución de la Escuela freudiana de París; 1990 aloja la transformación del la ECF1 en ECF2 y la creación de la Escuela Europea de Psicoanálisis (que descentra la hegemonía de la ECF); casi diez años después, en los albores del siglo XXI, se produce la gran crisis institucional en el seno de la AMP que dio como resultado la actual creación de la Escuela Una.

En cada uno de estos acontecimientos intervino la pregunta sobre qué es ser analista, sobre el concepto mismo de Escuela, y por ende, sobre el pase, indiscutiblemente ligado a la Escuela.

En su curso Miller señala que entre los reproches recibidos figuraba el de hacer partícipe a la asistencia de temas que afectaban solo a un grupo de analistas y que aparentemente no concernía al resto. De eso se trata entonces el curso: hacer interesar a los participantes por estos temas supuestamente ajenos a la enseñanza del psicoanálisis (es un curso que se incluye en el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII y en la Sección Clínica), ya que, a su entender, “es algo demasiado serio para ser confiado solamente a los psicoanalistas” (p. 158), y que seguramente tendrá incidencia sobre el futuro de los oyentes (p. 271). Considera que 1990 es el momento de repensar el psicoanálisis puro y el pase. No puede dejar de sorprendernos la lucidez con que Miller visualiza la dialéctica inherente a la comunidad analítica, que desemboca en la próxima preparación del Encuentro del año 2002 –diez años después- centrado en la formación del analista, en el llamado psicoanálisis puro.

Volvámonos también nosotros partícipes de los acontecimientos que alojaron estas clases que tienen una triple orientación: la crisis de la ECF; el debate lanzado en Francia sobre el orden de los psicoanalistas, es decir, sobre la legislación que autoriza y regula su práctica; y, en tercer lugar, la preparación de la publicación de los Seminarios 8, “La transferencia”, y 17, “El reverso del psicoanálisis”, que aparecen simultáneamente en marzo de 1991.

1. Inicio del Banquete

Al comienzo de las XVII Jornadas de la ECF, Gerard Pommier, descontento por no haber encontrado allí su libro La neurosis infantil del psicoanálisis, publicado por entonces, y particularmente injuriante hacia la familia de Miller, se libra a un destrozo público de la librería. Envía por teléfono a continuación un comunicado a la agencia France Press, que después de una verificación se rehusa a difundirlo en los medios de comunicación.

Los miembros de la ECF se reunieron al día siguiente para discutir sobre lo ocurrido. Gerard Pommier fue convocado por el Consejo el 13 de noviembre, y por ocho votos contra uno se decidió proponer su suspensión en la Asamblea.

El curso comienza en medio del furor de los acontecimientos, cuatro días antes de la reunión de Pommier con el Consejo (8 de noviembre), y se plantea examinar cómo se articulan las relaciones que el analista mantiene con sus analizantes, con el psicoanálisis y con los otros analistas.

Dos días después de dicha reunión (15 de noviembre), Miller dicta su segunda clase. No pretende dar al curso un carácter de ajuste de cuentas con alguien –llámese Pommier- sino con el mismo psicoanálisis. Inaugura así una clínica del discurso analítico, el estudio de la ciudad de los analistas, de los analistas entre sí, que hace solidaria la política del analista con la cuestión del final de análisis, al punto que la finalización siempre fue un agente de discordia y también un factor de reagrupamiento.

En definitiva, el problema central de la política del analista es el acto analítico. Al examinar el tipo de sujeto que produce el análisis, siendo el analista lo que resulta de un análisis, la clínica de los sujetos a la salida a través del procedimiento del pase queda emparentada a la pregunta sobre qué es un analista. En esta y en la siguiente clase cita un breve artículo de Eric Laurent sobre el pase: de acuerdo a las fechas, probablemente se trate de un texto titulado “Enseñanza y cartel del pase”[2]. Eric Laurent examina allí la cuestión de la nominación e indica que no se trata de que el AE sea un profesor del objeto a sino que hay que verificar que pueda hacer una transmisión.

El otro problema que Miller desarrolla en esta clase es cómo ir contra el efecto de grupo que produce la infatuación del “entre nosotros”, la idea de la existencia de una élite de especialistas con la plebe que giraría alrededor. Para desbaratar este pequeño interior Lacan propuso instalar en el corazón del grupo la posición éxtima del no analista.

Durante el mes de noviembre, en las siguientes tres clases, estudia el concepto de Escuela y retoma los elementos que hacen historia. Al incluir el concepto de ética de Spinoza y su concepción de la unión de los hombres justos da otra perspectiva a la tormenta reinante en París. Si bien la ética del psicoanálisis no es la ética según Spinoza, “comparten el hecho de fundarse en un no ceder, en perseverar en su ser” (p. 72). La idea de hombres libres y justos que describe Spinoza no se relaciona con la relación de los analistas entre sí. Cuando la relación entre los analistas se funda en el pretendido respeto por el fantasma y el síntoma de cada uno, por su modo de gozar, se producen los mayores estragos en la comunidad de los analistas.

El 29 de noviembre, el mismo día que da la cuarta clase, retoma estas cuestiones en la intervención que prepara para ser presentada en la Asamblea del 2 de diciembre al introducir la votación de la suspención de Pommier. Se trata de defender a la Escuela, por lo que dice que: “El a favor apuesta por la Causa; el en contra dice la ley de su corazón, y el que se abstiene se prefiere”. Concluye su texto parafraseando su curso: “Más allá del fantasma, ¿es posible que el psicoanálisis no fuera indigno del hombre justo de Spinoza? – aunque no sea “sostenible por nosotros”…”[3].

El 2 de diciembre la Asamblea votó la suspención de Pommier con 51 a favor, cero en contra, 4 abstenciones y un rechazo de voto.

En la quinta clase de su curso, la del 6 de diciembre, expone claramente que fue insultado. Al llamarlo “el yerno de Lacan” o “el padre de los nietos de Lacan”, indican que su única cualidad esencial fue haberse casado con Judith. Esta designación, con la que pierde su nombre, se vuelve un insulto refinado. Vuelve a desarrollar la cuestión del insulto en las dos clase siguientes.

2. Acero el abierto

Durante este período, Miller publica el texto “Acero el abierto”[4] en La Lettre mensuelle de diciembre (escrito el 9 y 11 de diciembre) para poner a la luz del día la crisis de la Escuela. Este texto suscita numerosas reacciones.

La crisis de la Escuela es una crisis de sus fundamentos que no requiere necesariamente una disolución sino la renovación del pacto inicial. Resume la crisis en los siguientes términos: “Hemos entrado en la Escuela por Lacan. Hemos permanecido en ella sin Lacan. Esta es la matriz de la crisis”. ¿Qué lugar se le da a seguir con Lacan-el significante? A la ECF, planteada como contra-experiencia de la EFP, le toca ahora dar una vuelta sobre sí misma. Por otra parte, Lacan es un bloque y debe ser tomado como tal. En relación a él mismo, decide abandonar el tono impersonal de una voluntad general y comenzar a hablar en primera persona, como Jacques-Alain Miller, a quien se lo “apremia, acosa, empuja, con cosquillas, con estocadas, al cañón, al lanzallamas”.

Entre las respuestas que suscitó este texto (publicadas en un número especial de La lettre mensuelle) se encuentra el de Annie Staricky[5]. Considera que la desuposición del saber al final de la cura quita a Lacan de la posición de Ideal y en su lugar se instala la confrontación con la falta, por lo que no hay una significación única del significante Lacan para un grupo y se puede encontrar diferentes lecturas.

El 19 de diciembre Miller le responde que hacer de la desuposición de saber del Otro el criterio del final de la cura es un error de doctrina[6]. Este es un punto crucial que desarrollará a lo largo de todo su curso al interrogar el final de la cura, el devenir del deseo de saber y su corroboración a través del procedimiento del pase.

Entre las respuestas, se encuentra la de Eric Laurent titulada “Cómo se marchitó el pase (en la EFP)”[7], en donde critica el “intimismo místico” que se produjo en la EFP y que puso en peligro al pase.

En su curso, Miller retoma este debate, sin nombrarlo, e indica que la creación de la Escuela es solidaria al cuestionamiento del Nombre-del-Padre, y en especial, de la posición de Freud como padre. Lacan comienza su Seminario 11 cuestionando la organización institucional creada por Freud en tanto que evita el objeto a. El deseo de Freud en el psicoanálisis no era el deseo del analista. Miller ironiza esta cuestión al indicar que tal vez la IPA fue un aparato de contención de los psicoanalistas para impedirles que perjudicaran al psicoanálisis.

Aparece así el eje central de este curso: el examen del llamado “deseo del analista”, instrumento del psicoanálisis que no puede refugiarse en lo indecible. El final de análisis tiene que ver con el agujero, pero hay que saber “si se pasa de lo indecible al matema o si se permanece en la fascinación del agujero y si uno se hace el distraído, cuando justamente se trata de elaborar lo que se puede decir de eso y transmitirlo” (p. 129).

3. El Coloquio de la Disolución

El 13 y 14 de enero de 1990 se realizó el Coloquio de la Disolución conmemorándose los acontecimientos ocurridos en 1980 y la creación de la ECF.

Tres días después, Miller dicta su octava clase. Como contrapunto, aparece el tema de la cortesía. El gran problema de la sociedad analítica, dice Miller, es cómo pasar del estado salvaje al lazo social. A diferencia de Freud, que se preparó mientras vivía para ser el padre muerto, Lacan fundó una Escuela capaz de prescindir del Nombre-del-Padre a condición de saber valerse de él.

Alude al coloquio e indica que Eric Laurent improvisó un texto en el que invitaba a la disputa. Existen distintos tipos de disputas, dice Miller, que van de la discusión de los puntos de doctrina a la franca querella violenta. En ese contexto, hace partícipe a la asistencia de sus consideraciones a propósito de la crisis de la Escuela volcadas en “Acero el abierto”. La disputa imaginaria, la querella, se aclara cuando se revela el real en juego. La crisis es ética, del querer ser.

En nombre de la cura, los analistas se consideran libres de comportarse muy mal en el grupo, sin civilidad, groseramente y deahogarse cuando están en lugares públicos, por lo que podrían hablarse de la “jauría de los analistas”. Pero no debe confundirse la cura con el grupo. Lacan indicó lo imposible que resulta que los analistas formen grupo, pero imposible significa, sin duda, real.

Por otra parte, reconoce que el concepto de “transferencia de trabajo” fue introducido por Lacan en el momento de la fundación de su Escuela, pero que no volvió sobre ello. Es el propio Miller quien lo desarrolla en particular, puesto que es lo que se opone a la jubilación de los analistas y mantiene vivo al psicoanálisis y su enseñanza.

La transmisión del psicoanálisis, dice en la clase siguiente, se lleva a cabo uno por uno, procede de lo particular y no de lo universal. Esta transmisión de un sujeto a otro se funda en la transferencia de trabajo.

En el amor de transferencia, el amor pone a trabajar al saber inconsciente. Pero aquí no se trata del amor al saber sino del deseo de saber, “trabajadores decididos” que vayan contra la ignorancia. “Tan pronto como se habla del final de análisis en términos de liquidación de la transferencia o de caída del sujeto supuesto saber, dice Miller, uno siempre se ve conducido a la solución vía la identificación” (p. 175). En realidad lo que se pone en juego es la transferencia y no la identificación. Lo que cae es el horror al saber, la causa de su castración. La consecuencia en el pase es lo que hay que demostrar. Se pregunta si el S(A) tachado es un permiso para el cinismo, para el desengañado como apogeo del análisis (en una franca alusión al texto de Annie Staricky). La transferencia no es reducida al grado cero por el análisis, sino que se trata de valerse del S(A) tachado para un trabajo. Como el Otro no sabe hay motivos para construir y demostrar que la verdad es efecto de significante.

En la última clase del mes, el 31 de enero, le responde públicamente a Annie Staricky. Lacan definió la transferencia a partir del sujeto supuesto saber y la liquidación de la transferencia es una desuposición de saber, de allí que algunos alumnos de Lacan, como ella, concluyeron que el fuera de transferencia debía redoblarse con un fuera de saber y, en particular, fuera de la enseñanza de Lacan. Creer que el final del análisis termina con el saber es un gran error puesto que justamente es el momento en que se pasa, en relación al saber, del amor al deseo. El pase está más allá del amor al saber, pero no más allá del saber, puesto que comienza un deseo de saber que pasa por un trabajo para producir saber. Se puede pasar de la suposición a la demostración.

En la onceava clase (7 de febrero) ratifica esta posición: se trata del pasaje del saber de un estado de suposición a un estado de exposición. Del autorizarse a sí mismo como AP, el AE pudo hacerse autorizar, lo que supone un reconocimiento hacia la Escuela, fundado en su demanda de pase –que es una demanda de garantía- y un querer hacer algo en la Escuela.

El curso prosigue (24 de febrero) con un examen del concepto de Escuela y la distinción entre grado y jerarquía. La Escuela está compuesta por miembros iguales en cuanto al poder, y tiene dos grados propiamente dichos, el AE y el AME, la mención de AP es simplemente una autodeclaración. La distinción entre poder asociativo, fundado en la igualdad, y el saber que produce las distinciones de títulos no es nada simple pues también interviene el poder sobre el poder y el poder sobre el saber.

Entre tanto, en una publicación interna de la ECF, Jacques-Alain Miller continúa con el debate iniciado en la ECF[8] y propone la disputa para abrir la salida de la crisis en lo que llama las Tetradas, serie de cuatro reuniones que examinarán los puntos candentes institucionales.

En el mismo número de Uno por Uno, Germán García responde a la invitación de incluirse en el debate y publica un breve texto titulado “Futuro anterior”[9], en el que indica que plantear la exclusión entre identificación y pase “podría hacer que la vida tocara otra costa. Entronces habrá sido verdad, concluye, futuro anterior, que el psicoanálisis será digno del infierno del siglo”.

Siguiendo el hilo conductor de estas reflexiones, el 24 de febrero Miller presenta una intervención en las VII Jornadas del Campo freudiano en España titulada “Observación sobre el deseo de saber”[10] en la que resume sus desarrollos del curso. El final del análisis es un “quere saber”. Es más, el deseo de saber sostiene al acto psicoanalítico. En el dispositivo, el sujeto es el trabajador y al analista le queda la pereza. Como compensación, la Escuela acoge a los analistas como trabajadores. “Se trata, dice Miller, con el concepto de Escuela, de hacer pasar al analista, de la pereza al trabajo. Del estatuto de santo al estatuto de trabajador”.

4. Las Tetradas

Luego de las vacaciones de invierno, el 7 de marzo Miller reinicia su curso e indica que cuando el analista opera con su deseo –entendido como una incógnita- es porque puede hablar sin identificarse. La desindentificación es uno de los objetivos del final del análisis. Esto produce una paradoja a nivel del grupo puesto que éste se basa en la identificación. Frente a la desidentificación del analista se presentan tres soluciones: la identificación post-analítica, solución propuesta por la IPA; la histeria post-analítica, identificarse con el propio vacío; y la de orientarse a través del objeto a, vía indicada por Lacan, que es refractaria a la identificación. Esta última solución presenta dos modalidades: identificarse con el desecho, posición del cínico, que corresponde a la producción de nuevos amos; o hacer de esclavo, trabajar para la Escuela.

La primera Tetrada tuvo lugar el 11 de marzo con el título “Freud y el orden de los psicoanalistas”[11]. La Tetrada es un instrumento de investigación y de cuestionamiento de los acuerdos supuestos. La disputa central de esta reunión se construyó entre Freud y Lacan: ¿Qué efectos tuvo en el movimiento analítico el deseo de Freud y el de Lacan? En cuanto a cuestiones de actualidad, Miller señala que de la experiencia propuesta por Lacan se desprendieron tres orientaciones: la Escuela, la “nebulosa”, conjunto de grupos organizados alrededor de un notable que rechaza la Escuela, y en la extensión, el Campo freudiano. Se interroga que hay de la IPA en la ECF. La Escuela sólo puede construirse con el esfuerzo de trabajadores decididos, sujetos animados por el deseo de saber. En esa reunión, el llamado de Leclaire a un orden del Estado fue rechazado en forma unánime. Qué es un analista es un saber a producir, probablemente uno por uno.

En su curso (14 de marzo) señala la paradoja de la sociedad analítica que debe estar compuesta por un conjunto de analistas que por definición no pertenecen a ningún conjunto. La Escuela ofrece como respuesta la posibilidad de definir un grupo como un gurpo no grupo, un lazo social no grupal, sin obscenidad imaginaria, lo que asegura las condiciones de transmisión del psicoanálisis y la perpetuación del lazo epistémico. La Escuela aloja la causa del deseo del saber, que es el deseo del analista como tal. Así, la causa analítica colectiviza pero no identifica. De allí que considere que 1990 parece situarlos en un retorno a la reflexión del psicoanálisis puro y el pase (21 de marzo). El pase verifica el advenimiento del deseo de saber, relación inversa a la identificación, basado en la diferencia absoluta que concierne al sujeto.

El 22 de marzo Miller es entrevistado sobre el tema de la causa analítica por la revista L’Ane[12]Cuando cae la causa del horror al saber en su lugar emerge el deseo de saber. Existe un tipo especial de deseo de saber que es el deseo del analista, que no es el deseo de un sujeto sino que es un deseo ligado al dispositivo analítico. Su causa es la causa analítica. La Escuela es el lugar en donde desarrollar estas cuestiones.

En la clase del 21 de marzo Miller indica que tanto en la clínica como en la técnica del psicoanálisis, el problema del ser del analista siempre está más velado que la cuestión institucional. En realidad, la política institucional no es un anexo al psicoanálisis sino que apunta al ser del analsita. El deseo del analista no es un deseo de nada, es el deseo de que un sujeto se analice, eso lo vuelve un instrumento del análisis, un deseo impuro.

A partir de la clase 17 (4 de abril), se modifica el tono del curso. Miller dice que a comienzos del año se mostró como un hombre encolerizado contra sus colegas, pero que luego de un período agitado pueden aparecer aguas más calmas. Critica la falta de fe de los psicoanalistas en el trabajo por el psicoanálisis que suele provenir de una sensación de aplastamiento por el saber acumulado y la impresión de que ya se dijo todo. Esto hace que algunos dandys escupan sobre el trabajo de otros. A esto opone psicoanalistas capaces de jugar su partida con la ciencia y con la cultura capitalista. Esto depende de qué psicoanalistas queremos.

La segunda Tetrada, titulada “¿Qué quiere la Escuela de su psicoanalista?”[13] presenta de inmediato la cuestión de la renuncia de dos AE de la ECF. Una de las disputas que se presentan es la de G. Morel y J. Razavet en torno al lugar del no-saber al final del análisis. Morel critica la exaltación del no-saber. Es necesario más bien encuadrarlo para no confundirlo con la ignorancia. Razavet afirma que el procedimiento del pase debe ser considerado como una puesta en perspectiva de tres agujeros que alojan el no-saber: a nivel del pasante, del pasador y del cartel del pase. En ese contexto, Miller señala que el procedimiento del pase no termina con la nominación sino que pone en juego la transmisión, que al tratarse de la clínica del pase se vuelve problemática y lo presenta en términos de “fenómenos y estructura del pase”. La renuncia de un AE muestra que el compromiso con la Escuela no fue tomado en cuenta en la nominación.

Por otra parte, se trata de buscar las pruebas de la transformación del sujeto. ¿La posición del sujeto producido por el pase es similiar al sujeto producido por le atravesamiento del fantasma? Es necesario saber si el sujeto quiere lo que desea y si se produjo o no un deseo de saber.

Miller examina la cuestión de la nominación a partir de sus desarrollos del curso. A diferencia del jurado normal, al jurado del pase no se le confiere un saber. El saber viene del pasante a través del pasador. El didacta resulta ser el pasante, mientras que el jurado es el auditorio al que se le debe enseñar, por lo que queda situado en el lugar de la ignorancia.Si el pasante logra pasar esta enseñanza es nombrado AE.

En la clase 18 (25 de mayo) y las siguientes, Miller retoma este debate en su curso. “Pude percibir –dice- que le término no saber resultaba problemático en la teoría psiconalítica, y quise tomarlo como mi punto de partida del día de hoy…”. Retoma a Razavet y desarrolla esta cuestión. Es posible articular el no saber inaugural y el saber final. El psicoanálisis no es la mística del no saber. Lo no sabido se ordena como el marco del saber ya que produce un pequeño efecto de no saber. La paradoja el saber es que la verdad siempre aparece como una falta del saber, y el final del análisis es un momento de verdad y de la posibilidad de saber sobre ella. Por otra parte, el campo del saber solo se sostiene por la extracción del objeto a que le da su marco. Y en este sentido, a se extrae aquí como no sabido.

El examen del procedimiento del pase se vuelve la orientación principal hasta el final del curso. Concluye que el deseo de saber es un criterio del analista, y el analista, un sujeto en el que ha surgido el deseo de saber.

5. Después del Banquete

En setiembre tuvo lugar la última Tetrada con el título “Clínica y política del fin de análisis”[14]. Lo particular de esta reunión fue la presentación de algunos de los miembros del cartel del pase. Miller jerarquizó que el pase está hecho para ser contado, y eso también incluye al jurado que debe encontrar la manera de dar cuenta de su trabajo.

El 22 de setiembre fue anunciada en Barcelona la creación de la Escuela Europea de Psicoanálisis.

El 14 y 15 de octubre de 1990 tuvieron lugar las XVIII Jornadas de la ECF dedicadas al tema del concepto de Escuela, la experiencia del pase y la trasmisión del psicoanálisis. Miller presentó un texto titulado “Observación sobre el atravesamiento de la transferencia”[15] en el que sintetiza algunos de los puntos desarrollados en su curso. La demanda de pase que se dirige al Otro de la Escuela tiene necesariamente como correlato un Otro del pase. Ese es un Otro espectador. El pasante no es un sujeto sin transferencia aunque no suponga un saber al analista. Esa transferencia se dirige al jurado, de lo contrario ¿por qué hacerlo? Si no sitúa allí su transferencia de saber su demanda es falsa y debe ser rechazada. Y si no intenta saber lo que de su caso no corresponde a lo ya sabido, tampoco puede ser aceptado. Se le debe exigir que la transferencia de saber sea soportada por su propio trabajo. De allí que la transferencia de trabajo es la transferencia sobre el trabajo.

En definitiva, y lo podemos tomar como conclusión de este recorrido, no hay atravesamiento de la transferencia porque no hay transferencia de la transferencia. La transferencia de trabajo no es una meta-transferencia, sino que también es transferencia.

Publicado en: La revista de psicoanálisis 3, Buenos Aires, 2000; Freudiana 30, Barcelona, 2001; El Caldero 85, Buenos Aires, 2001 y El Caldero 88, Buenos Aires, 2002.

NOTAS

  1. J.-A. Miller, El banquete de los analistas, Paidós, Buenos Aires, año 2000.
  2. E. Laurent, “Enseignement et cartel de la passe”, La Lettre mensuelle 72 (oct. 88).
  3. J.-A. Miller, “Posición de Jacques-Alain Miller en la Asamblea del 2 de diciembre” (1989), Uno por Uno 6 (1990).
  4. J.-A. Miller, “Acero el abierto” (1989), Uno por Uno 6 (1990).
  5. Véase La lettre mensuelle 86 (fev. 90), p. 9.
  6. Publicado en Uno por Uno 7/8 (1990).
  7. E. Laurent, “Cómo se marchitó el pase (en la Ecole Freudienne de Paris)” (1989), Uno por Uno 7/8 (1990).
  8. J.-A. Miller, “Carta del 9 de febrero en A Ciel Ouvert”, Uno por Uno 9 (1990).
  9. G. García, “Futuro anterior”, Uno por Uno 9 (1990).
  10. J.-A. Miller, “Observación sobre el deseo de saber”, Uno por Uno 10 (1990).
  11. Véase S. Tendlarz, “Crónica de la Tetrade Nº 1: Freud y el orden de los psicoanalistas”, Uno por Uno 9 (1990).
  12. J.-A. Miller, “Entrevista sobre la causa analítica”, Uno por Uno 11 (1990).
  13. Véase S Tendlarz, “Crónica de la Tetrade Nº 2: ¿Qué quiere la Escuela de su psicoanalista?”, Uno por Uno 10 (1990).
  14. Véase S. Tendlarz, “Crónica de la última Tetrade: Clínica y política del fin de análisis”, Uno por Uno 12/13 (1990).
  15. J.-A. Miller, “Observations sur la traversée du transfer”, Actes de l’ECF (1991).