Autismo: Objetos tecnológicos y cuarentena

El mundo contemporáneo se confronta con el impacto de una pandemia, acontecimiento histórico, como llama Lacan a las epidemias, que produjo una ruptura radical en nuestras cotidianidades. El covid 19 apareció como una tormenta, irrumpió en nuestra existencia haciendo tambalear las rutinas que ordenan y dan seguridad a cada uno de nosotros. El virus es real y la respuesta frente a la posibilidad de contagio fue la del aislamiento y el distanciamiento social.

En el ámbito analítico se planteó entonces la pregunta de cómo continuar con los tratamientos sin que sean presenciales. El recurso a las distintas plataformas de internet permitió que continuaran en la medida que los sujetos lo solicitaban.

Ahora bien, ¿qué lugar darle a los objetos tecnológicos y al uso de internet en el tratamiento de un sujeto con autismo durante la cuarentena y el distanciamiento social?

1. Algunas puntuaciones sobre el autismo y el tratamiento analítico

El autismo no es una enfermedad sino que es un funcionamiento subjetivo singular y constante a lo largo de la vida. Con el dispositivo analítico se intenta desplazar el encapsulamiento autista, de modo tal que se puedan incluir objetos y personas en un mundo cada vez más amplio.

La soledad y la inmutabilidad, la fijeza, son dos características que usualmente describen al autismo: niños sin contacto con el mundo, encerrados en actividades solitarias y repetitivas que expresan la necesidad de mantener un orden rígido, sin que nada cambie, como una modalidad de defensa contra la angustia.

En realidad, la soledad no es tan radical como se la puede suponer puesto que una parte de los niños buscan a su manera aproximarse al otro. Existe en los niños autistas un “lazo sutil” que posibilita un trabajo analítico, de modo tal de desplazar el muro invisible del encapsulamiento autista, y eso hace que no queden totalmente a solas con sus invenciones. La escucha del niño busca encontrar algo nuevo en la repetición a partir de sus intereses específicos, sus pasiones, mal llamados obsesiones.

El discurso del niño autista no es pura estereotipia, si los escuchamos podemos encontrar, como dice Lacan, que tiene algo para decirnos. Muchas veces la repetición de lo mismo opaca el encuentro con la contingencia de aquello que aparece en forma espontánea en el tratamiento y debe ser escuchado.

La televisión, los grabadores, los juguetes del consultorio, el teléfono, las computadoras, las pantallas, o las distintas aplicaciones digitales, son utilizados comúnmente por los niños en sus análisis por fuera del diagnóstico. Lo que varía es el uso que puede darle el sujeto autista en la medida que se vuelven la apoyatura para desplazar su encapsulamiento, bordes que les permiten controlar y repetir determinadas secuencias.

La orientación del tratamiento no debe responder a un protocolo universal sino que debe contemplar las singularidades y los detalles que dan cuenta de los hallazgos y encuentros en el interior del tratamiento. Por otra parte, se intenta alojar a los padres, sin culpabilizarlos, recibirlos desde sus posiciones subjetivas singulares y acompañarlos, no desampararlos y, sobre todo, respetar sus elecciones. Los padres no solo buscan un diagnóstico, muchas veces ya tienen uno, dada la detección cada vez más precoz del autismo, pero buscan corroborarlo. Por otro lado, el mundo es experimentado como particularmente intrusivo en el autismo, y eso hace que la vida cotidiana requiera un esfuerzo de invención también por parte de los padres para la alimentación, el sueño, el control de esfínteres, la escolarización, como así también frente a las “pasiones” que absorben a sus hijos..

Aun a través de repeticiones monocordes o estereotipadas los niños incluyen las temáticas que los preocupan. Por ejemplo, un niño en medio de la repetición de su secuencia fija con los juguetes me pregunta espontáneamente y en forma reiterada durante toda la sesión si yo estaba viva, relata así, sin expresarlo directamente, la muerte de un ser querido.

Existen innumerables maneras de establecer un lazo sutil con el sujeto autista, sin intrusión, de modo tal de incluirse en su encapsulamiento y desplazarlo, y los analistas buscan hacerlo a través de sonidos, objetos, ritmos, pequeños hallazgos inesperados, utilizando juguetes, golpecitos, abriendo o cerrando los ojos, imitando movimientos, quedando en silencio, nombrando una palabra, a través de secuencias de números, y también utilizando objetos tecnológicos como teléfonos, tablets, computadoras, a través de recursos que dan cuenta de una serie que resuena con la Torre de Babel.

Las máquinas, los objetos tecnológicos, no son una expresión de la inhumanidad del autista sino que pueden volverse otro instrumento para entrar en contacto con él. Se puede hablar con el sujeto autista a través de las máquinas como así también se lo hace a través de las marionetas y de otros objetos que operan como dobles. Ellas posibilitan una repetición en el uso de los dispositivos y producen una pluralización de recursos. La máquina funciona también como una manera de regular la vida en la medida en que introduce leyes a un viviente caótico. De allí que Eric Laurent señala que se puede dirigirse al sujeto a través de las máquinas y hablar con las máquinas, de modo tal que el circuito no se detenga sino que se amplifique. Por otra parte, los dispositivos que los autistas utilizan para filmar, fotografiar o grabar aquello que está fuera del campo de la visión, construyen un campo de la mirada con un costura topológica que le es propia.

En la medida en que la enunciación queda afectada en el autismo, con las distintas modalidades evocadas por Maleval de la enunciación muerta, desfasada, borrada o técnica, los sujetos utilizan una voz monótona al hablar, una lengua artificial, con un acento extranjero, produciendo una multiplicidad enunciativa.

En un coloquio que tuvo lugar en Rennes en octubre 2019 Jean-Claude Maleval señaló que los robots pedagógicos pueden despertar el interés del niño autista por su voz monótona y sus ojos sin mirada, funcionando como un borde pret-a-porter, como un compañero imaginario y tener una función protectora. No obstante, no funcionan como un mediador social.

Los sujetos autistas en el análisis arman circuitos, secuencias contingentes que iteran en las sesiones. La intervención del analista no apunta de ninguna manera a extraerle los objetos autistas que forman parte de su encapsulamiento, como así tampoco a desmoronar y hacerle ceder sus intereses específicos, sus pasiones, que también forman parte de su encapsulamiento.

Tomemos a modo de ejemplo el caso de Owen, joven autista de 23 años que tiene un gusto particular por las películas de Disney. Durante su infancia pasaba gran parte de su tiempo frente a la pantalla mirándolas una y otra vez. La repetición de las imágenes y de los diálogos ponen en juego lo visual y el sonido de modo tal de volverlas imágenes sonorizadas.

Escuché el testimonio de Owen durante el Coloquio Affinity Therapy en Rennes en 2018 y allí explicó que de niño no entendía qué decían las películas pero que le gustaba el color y las expresiones exageradas. La repetición de las mismas películas le daba seguridad porque sabía qué sucedería. Es más, agregó, “Las películas no cambian, por eso las quiero, pero yo cambié”. Y es verdad, Owen cambió. De la repetición pueden surgir cosas nuevas tal como lo pone en evidencia el devenir de este joven.

En sus primeros años Owen deja de hablar, deja de usar las palabras que ya conocía y se sumerge en un profundo silencio. Su padre, Ron Suskind, premio Pulitzer obtenido por sus libros sobre política, da testimonio de la historia de su hijo en el libro Vida, animada. Las numerosas consultas que se originan entonces lo conducen a un diagnóstico de autismo atípico. Pero algo se mantiene estable a lo largo de los años: su “pasión”, su afinidad por las películas de Disney. Los padres se preguntan entonces si deberían sacárselo, pero deciden no despojarlo de su punto de interés.

Un cálido y lluvioso sábado por la tarde de noviembre, como lo escribe su padre, algo sucedió. Owen disponía de una palabra que era “jus“, jugo, y ese día, como desde hacía algunas semanas, se pone a murmurar “juicervoice”. La madre supone entonces que Owen pedía más jugo, pero el niño lo rechaza. En ese momento Owen estaba mirando “La sirenita”, como más de una docena de veces antes, en donde la bruja del mar va cantando como una diva y le dice a la sirenita que le dará su amado a cambio de su voz. Lo particular era que no veía toda la película sino que se detenía reiteradamente en el momento en que está cantando “Pobres almas en desgracia”. Avanzaba y retrocedía la película para volver a escuchar la canción. A la cuarta vez la madre dice que no es jugo lo que pide sino que su hijo repite “Just your voice“, solo su voz, homofonico en ingles en la primera parte de la frase con la palabra jugo. La sirenita perdió su voz en el momento de la transformación y eso le sucedió a su silencioso hijo, escribe Ron. El niño que perdió su voz vuelve a hablar nuevamente, y en ese momento le dirige al padre la mirada teniendo el primer contacto real con él.

Este encuentro azaroso le permitió a sus padres tomar su afinidad hacia las películas de Disney para intentar ponerse en contacto con éla través de la repetición de los diálogos y a partir del respeto por los intereses específicos. Así, en su tratamiento, Owen paulatinamente aprendió a leer y a escribir, se aproximó a sentimientos que mantenía a distancia, e introdujo variaciones con los que fue desplazando su encapsulamiento autista.

En el colegio que actualmente concurre, Owen creó el Disney Club: sus treinta y cinco miembros hablan la lengua Disney, y allí encontró a su actual novia. Y algo más: Owen dibuja los personajes de Disney, sin héroes, tan solo personajes secundarios y él se vuelve el protector de los compañeros que son todos iguales. En su testimonio Owen dice que las pasiones abren un camino al mundo y Owen encontró el suyo.

2. El tratamiento durante la cuarentena

Durante una reciente conferencia Iván Ruiz, psicoanalista catalán director de la película “Otras voces”, presentó algunos problemas que surgieron durante la cuarentena en España con sujetos autistas. Señaló sobre todo las cuestiones temporales y espaciales que trajo aparejado. En primer lugar las escansiones temporales que arman las rutinas del niño quedaron alteradas. Y en segundo lugar, los espacios más reducidos con los que cuentan en gran parte los departamentos distorsionó el tránsito por los circuitos que arman su rutinas que implica la distinción entre la escuela y la casa, el adentro y el afuera. La falta de distinción genera angustias y a veces episodios de excitación con los que se tenían que confrontar los padres y buscar alguna invención para restablecer un afuera adentro de la casa.

Nosotros podemos añadir a estas reflexiones que en los tratamientos por internet también los analistas estamos con el niño o el adolescente dentro de su casa, pero también por fuera, desde nuestras propias casas armando una particular topología del espacio. Pero el punto fundamental es que estemos junto al niño en su encapsulamiento autista para poder operar en la dirección de la cura.

La experiencia muestra que no todos los niños y adolescentes autistas han aceptado esta propuesta de tratamiento, como tampoco los padres. Algunos padres mantuvieron entrevistas para una interlocución acerca de sus invenciones para darles respuestas a sus propios hijos.

No obstante, si bien existe una diversidad de máquinas y objetos digitales en las que el niño se apoya para construir su propio mundo bajo la modalidad de la repetición, no es lo mismo los objetos que trae al tratamiento y que cuenta con la presencia del analista, que el analista se encuentre adentro del aparato, ya sea bajo la modalidad de la voz o de la imagen, es decir, que estén solos o con sus propios padres sin la presencia del analista y los empujan a desplazarlos de acuerdo a esta nueva coyuntura.

Las respuestas a esta propuesta son múltiples: algunos expresan inquietud, indiferencia o rechazo, y para otros tiene el efecto de pacificación por volverse menos intrusiva su presencia o incluso contribuye al desplazamiento de sus intereses específicos. Hay que tener en cuenta que esta nueva propuesta rompe con los circuitos iterativos que mantiene el orden del mundo del autista.

Los tratamientos analíticos presenciales utilizan los objetos tecnológicos que eventualmente trae el niño como repeticiones apoyadas en imágenes, ya sea con dibujos que muestra o repite; o alojando una voz fuera del cuerpo en la medida en que se aloja en un grabador o en un micrófono; o dando lugar al despliegue de afinidades e intereses específicos. Estos objetos se vuelven así el soporte de desplazamientos del encapsulamiento autista, objetos mediadores como lo llama Maleval, objetos transitorios, según la expresión de Laurent, y personalmente incluiría también la expresión de “auxiliares del relato” sobre los que se apoya para su trabajo bajo transferencia dentro del dispositivo analítico.

La mayor parte de los niños y adolescentes que han respondido a la propuesta de un tratamiento digital, conocían ya al analista y estaban en tratamiento analítico o en entrevistas con él, dando cuenta sí de la inclusión del analista en su encapsulamiento, y en algunas ocasiones, de la transferencia de los padres hacia el analista.

La propuesta digital tuvo distintos efectos:

1. Regulación del lazo con el Otro. Por ejemplo un niño durante la entrevista le indica a su analista cuándo hablar y cuando no, ejerciendo un cierto control. No habla ni tampoco contesta en la sesión pero sí le dice al analista cuándo hablar, volviéndolo de esta manera menos intrusivo.

2. Regulación de la temporalidad. Un analista le enviaba pequeños videos a su paciente, y el niño los repetía en forma diferida. Otro niño ponía en pausa la videoconferencia de modo tal de regular el tiempo.

3. Regulación de la imagen. Los niños se acercan y se alejan de la imagen. Miran al analista, le dan la espalda, se ponen de costado, incluso se detienen a mirar solo su propia imagen en el celular. Hay que tomar en cuenta el marco que brinda el aparato que también circunscribe una imagen y otra más allá del aparato.

4. Regulación de la voz fuera del cuerpo. Los niños pueden hablar o callar, enviar mensajes de voz o mensajes por escrito.

5. Regulación de la mirada. En algunos casos el analista se volvió menos intrusivo porque podía utilizar desde la imagen misma otro objeto mediador como ser un animal doméstico o hasta los propios padres.

6. Inclusión en circuitos iterativos. Algunos niños han absorbido esta contingencia en su estilo de funcionamiento y sus intereses específicos, por lo que continúan con sus juegos iterativos a través de las videollamadas.

7. Y, por último, hay que tomar en cuenta que interesarse por los teléfonos no los han conducido necesariamente a hablar con el analista a través de esos aparatos y algunos han rechazado esa propuesta. No todos los niños y adolescentes lo aceptan y quedan a la espera de un tratamiento presencial.

Si bien el tratamiento por internet o telefónico ha resultado en muchos casos una opción legítima, la imagen no sustituye la presencia del cuerpo del analista en la sesión. Por otra parte, los niños muy pequeños no reaccionan de la misma manera como los más grandes, sobre todo teniendo en cuenta que el inicio del autismo ocurre en la pequeña infancia y niños de corta edad entran en tratamientos analíticos.

Para concluir, el tratamiento analítico busca extraer al niño de su homeostasis inicial e incluirlo a través del trabajo en transferencia, sin forzamientos, en un desplazamiento que tome en cuenta sus intereses específicos, y que logre producir algo nuevo en la repetición. Se debe partir del respeto de las soluciones y las afinidades propias del niño para que pueda encontrar su “saber hacer” en el mundo.

La contingencia de la pandemia puso a prueba la capacidad de invención tanto de los niños y adolescentes, de sus padres y también la de los analistas para encontrar nuevas propuestas para continuar los tratamientos. Tomemos esta contingencia y las distintas invenciones que han ido desplegando los niños y adolescentes con autismo puesto que de su tratamiento todavía tenemos mucho por aprender.