Sueños de niños

En “La interpretación de los sueños” (1900) Freud indica que muchos sueños son simples cumplimientos de deseos y exponen su contenido sin disfraz. Plantea que casi siempre son sueños simples y breves y lo ilustra con los sueños de los niños pequeños, aunque también pueda expresar lo infantil de un adulto. No obstante, años después rectifica este planteo e indica que incluso en los niños de cuatro o cinco años se encuentran sueños desfigurados y que deben ser interpretados, planteo que es más acorde con la presencia de los sueños en niños en análisis.

¿Sueños simples?

Para ilustrar este planteo Freud retoma una serie de sueños de sus hijos (p. 146). Primero el de su hijo de cinco años que quería subir a un refugio en la montaña y sueña que lo hace. Otro sueño similar es la de la hija de ocho años de un amigo que logra subir así a otro refugio de la montaña. El tercer sueño es el de su hijo a los ocho años que sueña que viaja con Aquiles en un carro retomando así en sueños sus lecturas sobre las sagas griegas. El sueño de su hija de ocho años introduce una variación: su interés por otro niño. Sueña entonces que Emilio, el hijo del vecino, duerme con ellos y les decía mamá y papá. Entonces la madre entra y pone tabletas de chocolates debajo de sus camas. Freud interpreta el sueño como una manifestación de amor fraterno por ausencia de sexualidad en la infancia puesto que no había escrito aún sus “Tres ensayos…”, de lo contrario el erotismo oral estaría en juego en esta inclinación hacia el vecino.

En esta serie se detiene en un sueño de su hija menor que tenía por entonces diecinueve meses, es el de Anna Freud, examinado luego por Lacan. La niña había vomitado y por ello se la puso a dieta. Se la escucha decir entonces por la noche mientras sueña: “Anna Freud, fresas, fresas silvestres, huevos, papilla”, todo esto dicho en su media lengua infantil, que da como resultado “Anna Feud, fesas, fesas silvestes, evos, papía”. Freud interpreta entonces que utilizaba su nombre para tomar posesión del menú de aquello que deseaba comer. Y, por último, relata el de su sobrino de veintidós meses, que luego de privarse de cerezas a la mañana siguiente le dice a su madre lo acontecido en el sueño: “Germán comió todas las cerezas”.

Su interpretación en este texto es que los niños cumplen el deseo de comer lo que les gusta, al estilo de “¿Con qué sueña el ganso? Con maíz”. En notas sucesivas rectifica su idea de la ausencia de sexualidad de los niños, como así también el de la presencia de sueños complejos en la pequeña infancia como lo muestra el análisis del pequeño Hans.

Lacan retoma el sueño de Anna Freud en el Seminario 6 y señala que el valor ejemplar del sueño lo da que fue articulado en voz alta mientras que dormía y que en realidad de sus imágenes nada sabemos. Ella lo dice y, al hacerlo, en su estructuración significante coloca un mensaje que inicia con su propio nombre. Sobre la base de aquello que no puede comer, que le está prohibido, despliega la lista articulada en el lenguaje de aquello que desea comer. De allí que no se trate solo de la satisfacción de la necesidad de comer.

Un año después, en 1901, en un artículo titulado “Sobre el sueño”, toma la misma orientación para hablar de los sueños de los niños y retoma esta secuencia de sueños para indicar que son simples y no disfrazados, con un nexo directo con la vida diurna en la medida que realizan aquello que quedó pendiente durante el día.

En su texto “La interpretación de los sueños” presenta otros sueños de niños, ninguno de ellos se incluye en un dispositivo analítico, como será el caso cinco años más tarde con el pequeño Hans, y siguen esta misma orientación: un niño de cuatro años sueña que alguien come un gran trozo de carne asada luego de estar a dieta (p. 276).

Dentro de este mismo texto, añade en 1919, sin analizar, dos sueños de castración de niños que dejan entonces de responder a la necesidad o a un anhelo diurno. En el primero un niño de tres años y cinco meses, al volver su padre del frente durante la Primera Guerra Mundial, se despierta por la mañana preguntando por qué el padre llevaba su cabeza en un plato. En el segundo, relatado por un adulto, a los cuatro años soñó que va a la peluquería a cortarse el pelo y una mujer grande, que reconoce como la madre, le corta la cabeza.

En estos relatos la angustia no está incluida, pero es frecuente que los niños pequeños tengan sueños de angustia: una niña de cuatro años sueña que la persigue un monstruo amarillo parecido al que ve en los dibujos. Una mujer adulta relata que su primera pesadilla fue cuando luego de ver con el padre una película de ciencia ficción, sueña a sus cinco años que una nave espacial la perseguía. Ambos sueños son ya una elaboración de la angustia frente al deseo del Otro.

En la historia del pequeño Hans, en un primer momento el niño está a solas con su madre, con su “hace pipí” como el organizador del mundo que le permite construir un universal. Una mañana se despierta llorando y le dice a la madre que “cuando dormía pensé que estabas lejos y no tenía ninguna mami para hacer cumplidos”. Al día siguiente de este sueño de angustia surge la angustia en el parque, y pide que lo lleven a su casa para estar con su mamá. En un tercer episodio el niño tiene miedo a que un caballo lo muerda, es decir, se desencadena la fobia. En la observación está claramente distinguido que la angustia precede a la emergencia de la fobia. La fobia localiza ya lo que era esa angustia deslocalizada. El sueño de angustia inicia esta secuencia en la que se desencadena la fobia. De esta manera, Freud privilegia en el análisis de este niño de cinco años el análisis del sueño que ya no es nada simple.

Cuando se sueña en el análisis

Los padres de Alain consultan por los problemas incomprensibles que tiene en clase, no logra concentrarse puesto que está obsesionado por el hermano que murió antes de su nacimiento, y al que en realidad él viene a reemplazar. Alain, de ocho años, llora, piensa que es injusto que nunca lo haya conocido. Cada vez que piensa en él se pone a llorar. Pero lo que más lo perturba es que su hermano lo mira todo el tiempo desde el cielo. Por las noches le cuesta dormirse. Un sueño particular lo perturba a veces: “Escucho en mi cabeza una pequeña voz, no escucho lo que dice, y luego otra voz más fuerte que le grita”. Asocia con las discusiones de sus padres cuando se gritan. De hecho, la voz más fuerte se parece a la de su padre. En estas peleas toma partido por su madre. En una ocasión soñó que sus padres discutían y terminaban por divorciarse. La madre hacía sus valijas y partía. Tuvo miedo entonces de que su madre se vaya y tener que arreglárselas solo. El niño, que pasaba su tiempo con un juego electrónico que consistía en encontrar una poción mágica, enlazada en definitiva a la idea de salvar al hermano, en el transcurso de las entrevistas pasa a jugar a salvar a la dama, temática que se enlaza a su reivindicación de su madre en su disputa con el padre.

Este desplazamiento subjetivo tiene que ver con un cambio en el interior de su tratamiento. Alain me pide que juegue con su dispositivo electrónico, es decir que se hurta de mi mirada, y mientras que mira por la ventana me dice que le hace muy bien su tratamiento, que dejó de pensar en su hermano y que en la escuela ya no tiene problemas. Me dice entonces que quisiera seguir viniendo. Es decir que la demanda de análisis ya no responde al sufrimiento del síntoma sino a su deseo de continuar con su trabajo de elaboración de saber. La rectificación subjetiva en juego en este caso es su cambio de posición en relación a la mirada del otro: de la queja de no poder sustraerse de la mirada del hermano pasa al movimiento a través del cual puede hablar hurtándose de mi mirada: logra ponerse a distancia del objeto, lo que lo desangustia.

Una enfermedad obliga a la madre a guardar cama. Esta inmobilización produce una vacilación del amor en odio hacia ella. Teme que la situación se eternice y no pueda salir nunca más de su casa. Pero estos nuevos sentimientos no son sin consecuencias. Alain se cae, se fractura la pierna, y debe quedar inmobilizado como su madre. Un sueño de castración viene entonces a interpelarlo. La noche que le ponen el yeso en el hospital Alain sueña que tiene un accidente de auto. En el auto sólo estaban su madre y él. La madre, que estaba en el volante, muere en el acto, él se salva pero queda paralizado para el resto de su vida y queda completamente desfigurado, a punto de morir. Los sueños de castración retoman su separación del Otro volviéndose a hacerse presente la muerte de un niño.

Sergio es un niño de ocho años que se presenta diciendo que le da miedo salir solo a la calle. Pero lo que más le molesta son las cosas que no alcanza a hacer. Por ejemplo quiere que le vaya mejor en el colegio pero se lo impide la pereza. En realidad le sucede que quiere cosas y a la vez no las quiere, tiene ganas pero… es inexplicable, la pereza es más fuerte. Junto a este impasse frente a su deseo, Sergio tiene dificultades para dormir. A veces, en un estado de letargo, tiene un sueño que lo inquieta: una llave que debe abrir una puerta, unos cuadrados que disminuyen o aumentan. Relata también en el curso de estas primeras entrevistas algunos de sus sueños. En uno de ellos vuela gracias a una porción mágica, y luego cae. En otro se trata del robo de un brazalete mágico de la prima lleno de poderes. Los ladrones son 4 ó 5. El 4 ó 5 reaparece en un sueño en el que intenta atravesar un río con unos compañeros; cortan un árbol pero no es lo suficientemente grande; para su sorpresa las ramas resultan más largas que los árboles. 4 ó 5 compañeros encuentran también en un sueño un pasaje secreto con armas medievales, pero alguien se las roba y las conduce a una nave espacial. Ante mi pregunta de por qué se repetía el número 4 ó 5 Sergio queda sorprendido por ese hallazgo, con la impresión de que se trata de un misterio que debe explorar.

En la mayor parte de sus sesiones Sergio relata sus sueños, pero un síntoma que lo perturba reaparece incesantemente: sus olvidos. Se olvida objetos, se olvida de completar sus tareas, se olvida los trayectos para desplazarse, en una ocasión se olvidó de venir a su sesión. Estos olvidos forman parte de la distracción en que lo sumerge sus pensamientos. En cada una de estas oportunidades Sergio alcanza a precisar cuáles son los pensamientos que lo ocupan y que le impiden llevar a cabo lo que tiene que hacer. En general se trata de sus juegos electrónicos. Ellos no son indiferentes. En uno se trata de recuperar el dinero que un abogado, que es la profesión de su padre, quiere robarle a la familia Adams, y, además, deben ser descubiertos una serie de objetos situados en lugares secretos. En otro, se trata de encontrar los pasajes secretos que lo conduzcan a encontrar la espada mágica que contiene el poder. En uno de sus sueños reflexiona acerca de cómo descubrir esos objetos escondidos. Gran parte del tiempo se la pasa pensando en cómo poner al descubierto los secretos ligados a poderes misteriosos. Estas ensoñaciones le impiden obtener el resultado escolar que anhela, como así también producen sus olvidos a repetición.

En cuanto a sus sueños los temas se repiten con variaciones de decorado: se trata de caídas y de objetos que se rompen (de la montaña, del árbol que cortan, en un túnel durante una aventura, del techo que baja en otra de las historias, del esquí y la fractura de la muñeca y de la pierna, etc.), de robos de objetos valiosos (el brazalete de la prima, el sombrero de un amigo que cae, de los armas que encuentran, de la ropa de un amigo, de porciones mágicas), de las cifras 3, 4 y 5 (son sus compañeros o los ladrones), y de las aventuras en las que participa como el héroe de la escena en la que trata de recuperar lo perdido (viajes intergalácticos, naves espaciales, castillos, esquí, la batalla contra un monstruo que los ataca, ceremonias de magia negra).

Repite la misma estructura en cada uno de sus sueños: encuentran un objeto desconocido o llegan a un lugar desconocido, deben vencer un peligro o enfrentarse a un enemigo o a los ladrones que acaban de robar un objeto valioso; él es uno de los héroes: logra encontrar la salida o vence al enemigo o encuentra el objeto perdido. Por un lado tematiza de distintas maneras la cuestión de la posesión fálica (es más grande o más chico, es más fuerte, más poderoso), situándose como el héroe de la historia, junto con la multiplicación (3, 4 ó 5) de los personajes que sostiene el prestigio imaginario de su yo. Pero, por otra parte, sueña con la sustracción de un objeto que por el momento intenta restituir con su propio yo. La duda se instala pues en la contabilidad del soñante que relata en sus sesiones sus sueños (4 ó 5). En su vida cotidiana se mantiene en el interior de la banda de amigos, completamente desinteresado de las chicas, mientras que matiza de distintas maneras su deseo como imposible. Después de todo la “pereza” expresa lo que inexplicablemente se le presenta como lo imposible de su deseo.

Algo se añade a sus meditaciones nocturnas. Busca en una Enciclopedia la significación de los números que reaparecen en sus sueños. El enigma que lo anima lo lleva a dirigirse al saber para dar sentido a lo que le resulta inefable. El 3 lo lleva en sus asociaciones a una revelación sorprendente: tal vez se trate de su madre, de su padre y de él. Me relata el juego que repite incesantemente en el interior de su casa. Juega a espiar hurtándosede la mirada de sus padres. Se esconde en distintos rincones de su hogar y evita ser detectado. Se trata de ver sin ser visto. Sus padres lo buscan entonces sin poder encontrarlo. De esta manera matiza su intento de dejar en secreto el objeto valioso que él mismo es para el Otro, hurtándose, y produciendo por esa vía un efecto de separación.

Pero el secreto que este niño intenta descifrar no es necesariamente el mismo secreto que guardan sus padres. Se trata más bien del enigma al que se confronta cada sujeto deseante como resultado del resto de la operación de la metáfora paterna. En su genealogía paterna existe un secreto que se transmite de padre a hijo. Nada impide entonces un entrecruzamiento entre esta particularidad mítica de la historia y los secretos de su saber inconsciente, que cada sujeto confronta en el interior del análisis. Sergio quiere saber algo más, y este amor al saber es el que orienta su cura.

Todo sujeto, por fuera de su edad cronológica, sueña, algunos los recuerdan, otros los olvidan. El relato de estos sueños por fuera del dispositivo analítico quedan como un simple relato, y a ello se suma que los niños pequeños no suelen asociarlos con nada ni buscan interpretarlos. En realidad, el inconsciente en su interpretación produjo el sueño, pero los niños pequeños nada pueden decir sobre ello. Quienes lo escuchan remiten el sueño a algún acontecimiento próximo que pueda explicarlo o encuadrarlo. En análisis los sueños recuperan su enigma y buscan ser interpretados como parte del trabajo del sujeto en análisis. Y su relato mismo, por fuera de si se trata de un niño o de un adulto, forma parte de la narración con la que entreteje su análisis. Así, se sueña para seguir durmiendo la vida soñada con la que se manifiestan el fantasma y los síntomas que enmarcan cada historia. El análisis de los niños permite que estos sueños se desplieguen bajo transferencia y encuentren un destinatario para el enigma que es su propio inconsciente y producir así algún despertar.

BIBLIOGRAFÍA

  • Freud, S., “La interpretación de los sueños” (1900), Obras Completas t. IV y V, Amorrortu, Buenos Aires, 1976.
  • Freud, S., “Sobre el sueño” (1901), Obras Completas t. V., Amorrortu, Buenos Aires, 1976.
  • Lacan, J., El seminario, Libro 6, El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires, 2004.