Shakespeare and company

Escuchamos decir que existía una librería en París que refugiaba artistas en estado de crisis, a cambio de dejar allí su rastro a través de una obra. Nos propusimos saber de qué se trataba. Como era de esperar, nos encontramos con otra cosa. ¡Bienvenido sea pues a nuestra addenda de Malentendido!

Frente al Sena, a un lado del boulevard Saint Michel, entre libros que simulan paredes, y una sorprendente hospitalidad, Georges Whitman, actual propietario de Shakespeare and Company, habita la literatura inglesa en el interior de París.

Un primer piso reparte hospedaje entre artistas y estudiantes. Pequeños habitáculos que iluminan la imaginación. Quienes lo piden, encuentran un temporario refugio en una cálida ambientación poblada de legendarios fantasmas de antiguas presentaciones, y primeras ediciones ejemplares que nunca agotan su lectura.

Shakespeare and Company es el conocido nombre de una librería parisina –cuya particularidad es la venta de libros en inglés- que supo traducir a comienzos de siglo el “Ulises” de Joyce. Esta otra librería (ya no la de Silvia Beach presentada por Hemingway) fue inaugurada en uno de los aniversarios del nacimiento de Shakespeare.

Es Georges Whitman quien nos da las razones de su invitación.

G.W.: Al salir de la universidad, quise dar la vuelta al mundo a pie. Anduve durante todo un año, hasta que llegué a Panamá. Durante el viaje tuve que trabajar de vez en cuando, y me sucedieron distintas cosas, entre las que se incluye que fui encarcelado tres veces bajo la dictadura imperante en ese momento en el gobierno de Guatemala. En Panamá, fui a vivir a un barrio negro. Era el único blanco. Todas las noches escuchaba las hermosas canciones que entonaban en la iglesia situada al lado de mi vivienda. Durante mi viaje, encontré numerosas veces una gran hospitalidad. En cierta oportunidad, una familia me adoptó durante un mes. Al enfermarme en Guadalajara, me topé en la calle con un ingeniero hidráulico, quien me ofreció albergue en su casa hasta que me recuperé.

Ahora que tengo un techo en París, ofrezco mi reciprocidad por toda la hospitalidad que he recibido en todas partes del mundo. Doy prioridad a los escritores, para quienes tengo reservado especialmente un apartamento arriba de la librería, para que puedan utilizarlo durante una semana en su paso por París. También suelen quedarse estudiantes durante algún tiempo. De este modo, en los 35 años de existencia de esta librería, hemos dado hospitalidad a más de 30.000 personas. Intentamos armar una cadena de amistad a través de los países.

P.: Existe algún pedido de su parte a los huéspedes?

G.W.: Si bien hay escritores que han escrito algunos capítulos de sus libros en Shakespeare and Company, no es ése un pedido nuestro. Cada uno hace lo que quiere. En cambio, a los estudiantes, se les pide que ayuden en la librería mientras permanecen aquí.

P.: Qué relación existe entre su librería y el Shakespeare and Company de Silvia Beach?

G.W.: Silvia Beach solía venir a visitarme pues le gustaba encontrarse con escritores. Sobre todo, participaba en la presentación de libros. Por ejemplo, vino con mucho gusto a la presentación de Lawrence Burell. Como cliente era diferente a los otros. Compraba todos los libros que podía cargar con ella cada vez. Sin duda, ella pensaba que su librería había sido única en el mundo. Llego a decirme que pensaba que nosotros éramos quienes continuábamos con su obra.

Herencia, diremos nosotros, que sin perder su calidez, mantiene vivo encanto que recorre cada rincón de ese laberíntico submundo de libros.

París, 1986.

* Publicado en Malentendido 3, Buenos Aires, 1988.