El autismo y la forclusión del agujero

Lacan habló acerca del autismo en pocas oportunidades. El diagnóstico como tal no había tenido aún el auge clasificatorio y mediático del siglo XXI. No se había convertido por entonces en una epidemia diagnóstica. No obstante, su enseñanza nos brinda los lineamientos necesarios para entender el autismo y proponer una dirección de la cura.

En los últimos años la comunidad analítica de la orientación lacaniana ha trabajado vivamente sobre el autismo dando cuenta de lo bien fundado de incluir al psicoanálisis como un tratamiento posible. Pero el estudio del autismo no se detiene en el diagnóstico y permite examinar más de cerca las particularidades de la constitución subjetiva, cómo el viviente recibe el impacto de lalengua y se incluye en el Otro.

Breve historia del autismo

El autismo tiene su historia dentro del movimiento psicoanalítico (Tendlarz, 2016). Despojado de su connotación inicial dada primero por Freud con el autoerotismo, Bleuler lo sitúa a comienzos de siglo pasado el repliegue autista como una modalidad de la esquizofrenia para describir la retracción del sujeto en relación a su entorno. Leo Kanner en 1943 describe por primera vez en el diagnóstico de “Autismo infantil precoz”, mientras que del otro lado del Atlántico, pocos años después, Asperger crea la “Psicopatía autista” denominado luego “Sindrome de Asperger”, para nombrar a niños sustraídos del lazo social pero con mayor uso del lenguaje. Los Manuales diagnósticos extienden su uso con el nombre actual de “Trastorno del espectro autista”, contribuyendo así a la gran epidemia diagnóstica.

El gusto por la soledad, su fijeza y conductas estereotipadas quedan puestos en primer plano por parte de Leo Kanner dando cuenta de un funcionamiento subjetivo singular, núcleo real que da cuenta del crecimiento de casos de niños autistas más allá de la ampliación del espectro autista. En realidad la soledad no es tal, como lo indica Maleval, y se trata más bien de intereses específicos que iteran más que conductas estereotipadas.

Los post-freudianos y los kleinianos se interesaron por este cuadro. Melanie Klein ubica a Dick dentro de una esquizofrenia atípica (Klein, 1930). En los años 50-60, Margaret Mahler (Mahler, 1968), en New York, plantea la necesidad de atravesar el caparazón autista. Durante la misma época, Bruno Bettelheim, en Chicago, introduce la “fortaleza vacía” (Bettelheim, 1968). En los años 70 Meltzer examina la topología y el uso del espacio propio, bidimensional, resultado de la identificación adhesiva (Meltzer, 1968). Francis Tustin postula el “caparazón autista” como una barrera protectora frente al mundo exterior, generada por la autosensualidad corporal que incluye el uso de objetos autistas y formas autistas de sensaciones (Tustin,1972). Para todos ellos el autismo corresponde a una patología arcaica que lleva a defenderse de angustias y terrores catastróficos.

La orientación lacaniana tiene sus precursores en los trabajos sobre el autismo y la psicosis de Rosine y Robert Lefort. Podemos situar dos tiempos fundamentales en su teorización acerca del autismo: el primero es con la publicación de su libro en 1980, El nacimiento del Otro: Dos psicoanálisis y luego el libro La distinción del autismo de 2003. Entre ambos libros publican un tercer libro en 1988 titulado Las estructuras de la psicosis: el niño lobo y el presidente, en el que ponen en relación el niño lobo, Robert, con el presidente Schreber puesto que consideran que tienen la misma estructura.

Rosine y Robert Lefort retoman de una manera original los desarrollos de los esquemas ópticos y la topología utilizada por Lacan para pensar el autismo, con una clara orientación hacia el agujero en contraposición a la tradición kleiniana (Lefort, 1980). En relación a los mecanismos propios del autismo, en el primer libro los Lefort plantean que el autismo es una a-estructura, es decir, no hay constitución de una estructura. A partir de Lacan indican que el significante queda como Uno solo en lo real como así también la imagen aparece en lo real. Incluso plantean que el autista “niega el agujero”.

En el segundo libro acentúan la acción de la pulsión de destrucción y los distintos grados en el autismo. El Otro no está agujereado, no le falta nada, ningún objeto es separable y tampoco hay deseo. La operación de alienación no está presente porque no hay un significante inscripto en el Otro. Es por eso que el doble real se vuelve esencial en el autismo. Al no haber alienación el Otro queda como absoluto, real, sin objeto voz separable que pueda ser cedido.

Por último, distinguen el autismo de la psicosis, aunque también plantean que la salida del autismo es hacia la paranoia. Es más, hay forclusión en el autismo, pero se preguntan si la falla hay que situarla en la metáfora paterna. Es una manera de preguntarse si la forclusión concierne al Nombre-del-Padre. Afirman entonces que en el autismo existe una forclusión más radical, que está más acá de la castración, que es la de la Bejahung, la afirmación primordial. Sin esa afirmación primordial el significante no significa nada. En cambio, en la esquizofrenia la forclusión es la del Nombre-del-Padre.

A partir de 1996 los Lefort plantean una estructura autista, a diferencia de la a-estructura anterior. Toman en cuenta los testimonios de los autistas de alto nivel y constatan que existen grados en el autismo que conduce a plantear una estructura transestructural. Esta formulación se aproxima al espectro autista que se expande y en el que se multiplican los casos de autismo.

Lacan, por su parte, retoma el autismo en pocas oportunidades. En 1953 encontramos sus puntuaciones sobre el caso Dick de Melanie Klein y el caso Robert de Rosine Lefort en el Seminario 1, Los escritos técnicos de Freud que pueden ser considerados autistas en el sentido amplio (Lacan, 1953-54). Los Lefort, treinta años después de la presentación del caso, incluyen a Robert en la paranoia y lo comparan con el Presidente Schreber. Lacan alude a un niño en la “Alocución sobre las psicosis del niño” de 1967, sin mencionar el autor ni el nombre del niño, que es el caso Martín presentado por Sami Ali (Lacan, 1968). Y, por último, hay una referencia clara al autismo en 1975, en la “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma” en la que dice: “Como el nombre lo indica, los autistas se escuchan ellos mismos. Escuchan muchas cosas. Esto desemboca incluso normalmente en la alucinación y la alucinación siempre tiene un carácter más o menos vocal. Todos los autistas no escuchan voces, pero articulan muchas cosas y se trata de ver precisamente dónde escucharon lo que articulan… Se trata de saber por qué hay algo en el autista o en el llamado esquizofrénico, que se congela” (Lacan, p. ). Y añade que se trata de personajes más bien verbosos.

Se puede armar una serie en las afirmaciones de Lacan a lo largo de su enseñanza: no hay llamado y el lenguaje está interrumpido a nivel de la palabra (1953); detención del estado nodal de la palabra (1953); el niño se protege del verbo cuando se tapa los oídos, y plantea una palabra más primordial que cualquiera mamama (1967); y, finalmente, que los autistas, más bien verbosos, escuchan muchas cosas, y hay algo que se congela (1975).

Jean-Claude Maleval en El autista y su voz (Maleval, 2009) plantea al autismo como un tipo clínico en el que lo esencial permanece invariable. Retoma las características especiales descriptas por Kanner, la soledad y la fijeza, y explica su funcionamiento en niños, adolescentes y adultos, incluyendo los autistas de alto nivel. A su entender, en el autismo la soledad y la fijeza que los caracteriza de pequeños puede atenuarse o desaparecer, aunque el estilo de funcionamiento permanezca invariable. Sitúa dos características esenciales: el rechazo de la alienación significante y el retorno de goce sobre el borde, con un funcionamiento autista singular que se mantiene a lo largo del tiempo.

Podemos indicar dos momentos fundamentales en su desarrollo: el primero, en los años 2007-2012 introduce la novedosa hipótesis de la no cesión del objeto voz en el autismo y estudia los trastornos de enunciación que se desprenden de ello; el segundo, desde el 2014, trabaja sobre los distintos tipos de bordes en el autismo y diferencia claramente el autismo de la psicosis.

La ausencia de la pérdida es la base de la teorización de Jean-Claude Maleval. Primero plantea en su libro El autista y la voz que en el autismo no hay pérdida, no hay cesión del objeto voz, que conlleva los trastornos en la enunciación: enunciación muerta, técnica, borrada, desfasada, mutismo y verborrea. Después amplía esta formulación inicial y señala que si bien hay un énfasis en el objeto voz, no hay pérdida de ninguno de los objetos pulsionales. El autista arma entonces un borde autista en el que incluye el doble autista, los objetos autistas y los intereses específicos. Maleval critica a los Lefort pero los toma como punto de partida de sus desarrollos, al mismo tiempo que se retoma los planteos de Lacan para su examen original del autismo.

El traumatismo del agujero

Jacques-Alain Miller analiza una secuencia particular en el caso Robert analizado por los Lefort (Miller, 1988) que dan lugar a que finalmente Eric Laurent introduzca la “forclusión del agujero” como propia del autismo.

Primero el niño aísla un biberón separándolo de los otros objetos, y cuando corre el riesgo de caerse se sujeta el pene. En un segundo tiempo intenta cortarse el pene con una tijera, produciendo una castración en lo real. Es decir, el Uno aparece en más y por eso se esfuerza por inscribir una negatividad en su cuerpo para que el órgano pase al significante fálico. Es un esfuerzo por producir una castración en lo real.

El segundo momento corresponde a la creación de un nuevo significante: “El lobo”. Un día Robert apunta con su dedo al agujero del inodoro y pronuncia por primera vez este significante. Hasta entonces sólo había dicho “Señora”, “Si-no”, “Bebé”, y en una oportunidad gritó “Mamá”. El significante “Señora” nombraba todas las figuras del Otro. El tercer tiempo corresponde a la sesión del “bautismo”. Robert hace correr la leche del biberón sobre su cuerpo hasta que cae sobre su pene y en ese momento pronuncia su nombre. En el cuarto tiempo raya la pared mientras dice su nombre y luego raya su cuerpo.

El significante “El lobo” es esencialmente la palabra reducida a su médula: “Ven aquí ustedes, dice Lacan, el estado nodal de la palabra. El yo es aquí completamente caótico, la palabra está detenida. Pero solo a partir de ¡El lobo! podrá ocupar su lugar y constituirse” (Lacan, 1953-54, p. 164). La detención de la palabra es una manera de nombrar el Uno solo del autismo que itera, que no se enlaza al resto de la cadena significante.

Jacques-Alain Miller indica que Robert vive en lo real, nada falta, puesto que la falta se constituye como tal a partir de lo simbólico. En el mundo pleno no está incluida la falta. Vive en un mundo donde nada puede faltar, por eso todo le es igualmente indiferente y está incluido en lo real. Falta la falta, falta el agujero. El goce vuelve como un exceso y lo lleva a tratar de producir una pérdida en lo real, como una necesidad propia de la estructura, de allí los episodios de automutilación.

A partir de estas formulaciones Eric Laurent señala en su libro La batalla del autismo (Laurent, 2013) que en el caso Robert no hay simbolización del agujero ni tampoco del borde, se produce entonces la forclusión del agujero. El encapsulamiento autista surge por el retorno del goce sobre el borde. Este encapsulamiento nombra una neo-barrera elástica, no ya un caparazón duro, en el que no hay trayecto pulsional ni zonas erógenas. Se pone así en juego el traumatismo del agujero como acontecimiento de cuerpo que vuelve al autista un ser sin agujero.

La inexistencia del borde del agujero se reduplica por la inexistencia del cuerpo puesto que la constitución del cuerpo supone la separación de un objeto. De allí el planteo del funcionamiento de una iteración del Uno sin cuerpo. La iteración del Uno, como es real, no logra inscribirse como tal.

Tanto la interrupción de la palabra, la detención en la palabra en su estado nodal, o el congelamiento que vuelve a los autistas verbosos, corresponde a aquello que Lacan desarrolla en su última enseñanza como el Uno de goce.

Eric Laurent señala la necesidad de retomar este concepto desarrollado por Jacques-Alain Miller en su comentario de Lacan para fundar un abordaje psicoanalítico renovado del autismo.

En el curso El Ser y el Uno Jacques-Alain Miller plantea que hay Uno como iteración significante real (Miller, 2011). Miller define al Uno como la reducción de lo simbólico para despejar su real como iteración. Pero no hay dos, no hay relación sexual. El dos no está en el mismo nivel que el Uno, que se repite en la iteración. El dos aparece en el delirio, por eso todo el mundo delira, y así el S2 da sentido delirante al S1 que es la letra sin la articulación significante. Este S1 se inscribe en el cuerpo marcándolo como acontecimiento del cuerpo.

El Uno de goce no se borra en el sujeto autista, dice Laurent, sino que itera y deja a un cuerpo que goza de sí mismo, bajo el funcionamiento de todos los equívocos de lalengua. El sujeto autista intenta entonces reducir esta proliferación a través del cálculo del Uno de la letra que se repite, en forma vocalizada o en silencio, separado del cuerpo. Se pone así en juego el traumatismo del agujero como acontecimiento de cuerpo particular, que vuelve al autista un ser sin agujero. El efecto clínico es la intolerancia frente al agujero que puede llevarlo a buscar una salida a través del pasaje al acto. En un mundo pleno en el que no se incluye la falta simbólica ni la simbolización del agujero, el sujeto autista necesita producirla de algún modo. Frente al Otro real agujereado, A barrado, no logra inscribir simbólicamente el borde simbólico de ese agujero que se expresa en el matema S(A) barrado. Decir que no hay agujero en lo simbólico es equivalente a decir que no hay un borde que delimite ese agujero. En la medida en que un agujero en el Otro simbólico tiene un borde, esto no sucede cuando se trata de un agujero en lo real. De allí que el régimen autístico del agujero implica la ausencia real del borde.

En el autismo este menos no se inscribe y el goce que experimenta el viviente aparece en más sin constitución de un imaginario especular. El doble funciona entonces como una suplencia a la inexistencia del borde.

Clínica del borde y de la extracción de goce

Esto conduce a Eric Laurent al planteo de la clínica de los bordes y de la extracción de goce. Si el agujero está forcluido, no hay una inscripción de un borde que en lo simbólico delimite ese agujero, en su lugar hay un neoborde que puede ser desplazado. La clínica del circuito se apoya en los conceptos del circuito de la demanda o de la letra de los años ’50. Ahora bien, si no tiene límite, ¿cómo construir un límite? Laurent responde que se trata de ver cómo se arma con cadenas singulares que reúne objetos, acciones y formas de hacer en forma singular, circuitos metonímicos que implican un desplazamiento en contigüidad. La clínica de los bordes corresponde a los fenómenos de borde y a los circuitos que pueden desplazarse a través de la iteración hasta que pueda aparecer algo nuevo en la repetición por una cesión de goce. Es una clínica de la cadena y de la extracción. A falta de borde aparece el encapsulamiento y el doble ciego que funciona como una especie de suplencia a ese agujero que no se inscribe como tal.

Por otro lado, Laurent habla de acontecimientos de cuerpo en la dirección de la cura, de la extracción de goce, , en tanto que para que aparezca algo nuevo en el circuito iterativo en contigüidad tiene que producirse una cesión de goce que posibilite el desplazamiento.

Toma como ejemplo a un caso de Rouillon de un trabajo institucional (Rouillon, 2015) en el que relata que un niño seguía incansablemente a su educador como si fuera su sombra, situado tras de él utilizando una costura topológica del espacio diferente al uso del campo de la visión. Al mismo tiempo que hacía este recorrido se arrancaba algunos pelos de la cara, de modo tal que podía llegar a lastimarse, en un intento por producir una pérdida en lo real del cuerpo. En determinado momento Rouillon se da cuenta que su nombre comienza con las letras Rou y que el nombre del educador terminaban con esas letras también. Se para entonces frente al niño y le dice: “Tú vienes a verme a mí”. Introduce así un elemento novedoso por el cual el niño deja de seguir al educador y de arrancarse los pelos de la cara puesto que no necesita ya producir ese efecto de mutilación en lo real, esa pérdida, puesto que logra ceder la presencia del doble. Eric Laurent explica entonces que a falta del borde autista, del encapsulamiento, funciona en su lugar lo que denomina doble ciego, el doble funciona como una suplencia a ese agujero que no se inscribe como tal. Esto es muy próximo al planteo de Maleval sobre el lugar del doble en el borde autista. La intervención del analista logra desplazarlo y el niño detiene su recorrido.

Por otra parte, los kleinianos plantean la existencia de un agujero negro y Laurent, por el contrario, plantea una forclusión del agujero. Pero esta aparente paradoja no es tal, concluye Laurent, puesto que el agujero en lo simbólico tiene un borde y ese borde que se inscribe en lo simbólico es distinto del agujero en lo real. El agujero negro de Tustin es un agujero en lo real, pero no tiene inscripción simbólica.

El ejemplo que desarrolla a continuación es el de la autista de alto nivel llamada Donna Williams (Eric Laurent, 2013, p. 100). Ella llama “la gran nada negra” a la presencia de la muerte persiguiéndola y que la sentía siempre a su lado. Era una especie de agujero en donde podía caer, un agujero en lo real, no simbolizado. Esto lo explica en dos de sus libros: Nadie en ningún lugar y Alguien en algún lugar. Dice: “De mi garganta salió un alarido. Mis piernas de niña de 4 años corrieron de un lado al otro del cuarto moviéndose cada vez más de prisa con mi cuerpo golpeando las paredes como un gorrión que volara hacia la ventana. Mi cuerpo temblaba. La muerte estaba aquí. ‘¡No quiero morir! ¡No quiero morir!’. La repetición de las palabras terminaba fundiéndome en un patrón de una sola palabra, la palabra morir. Caí de rodillas al suelo. Mi mano recorría el espejo. Mis ojos buscaban frenéticamente aquellos ojos que me devolvían la mirada buscando algo con un sentido, algo con qué conectar. Ninguno. Nada en ningún lugar” (Williams, 1994, p. 124)

Esta experiencia que se repetía una y otra vez da el título a su primer libro. Ella explica: “La gran nada negra venía y me agarraba varias veces al día. El alarido silencioso siempre estallaba en mi cabeza y se esparcía por la habitación hasta que al final comprendí que aquello supondría mi muerte. Aquella fue una dura lección. En el vacío no hay conexiones. La voz que aúlla ni siquiera te pertenece porque no hay ni tú ni hay voz. Era nada. Solo hay ojos que no registran nada en una oscuridad mental y oídos que oyen sonidos tan distantes e inalcanzables como si estuvieran al otro lado de la tierra. En la nada no hay cuerpo que pueda ser confortado y el tacto solo confirma la sensación ya dolorosa de esa cosa pegada a tu exterior de la que no puedes escapar” (Williams, 1994, p. 124).

Esta experiencia subjetiva da cuenta de la presencia del agujero en lo real puesto que está forcluida la posibilidad de simbolizarla. Por otra lado, Donna Williams tenía una multiplicidad de dobles: Willie, Carol, su propia imagen en el espejo puesto que ella pensaba que era una niña que la miraba. Todos ellos, a su entender, la habían salvado de la gran nada negra. Se vuelven así suplencias frente a la presencia de ese agujero en lo real.

En su libro Laurent examina distintas manifestaciones del Uno de la letra: la mismidad de Kanner, el sameness, un Uno que aparece siempre igual; las frases espontáneas, que no son frases interrumpidas sino holofrases radicales, palabras o frases que quedan por fuera de la sintaxis, tienen un sentido pleno sin producir nuevas significaciones, su utilización es variable y son emisiones de goces, experimentadas como automutilaciones; situaciones de cuerpo, que es una situación tomada en su conjunto imaginario, simbólico y real; la literalidad es el grado cero del sentido, sin equívocos; también opera la reducción de lalengua a un cálculo discreto, sin el recurso de los cortes establecidos ni de las rutinas del lenguaje que podrían dar sentido: es un cálculo de la letra separada del cuerpo.

¿Cómo llega entonces el sujeto autista a hacer uso del lenguaje? El sujeto puede comenzar a insertarse en el mundo con muy pocos significantes, con algunos Uno, muy pocas palabras, después se complejizan eventualmente como en un circuito. El Uno itera en un circuito de la letra que se repite o en el cálculo de la letra. La necesidad del orden es una manera de reducir el efecto alucinatorio de los equívocos de lalengua.

Eric Laurent señala que la repetición de lo mismo es un obstáculo para el desarrollo del viviente. El autista, por un lado, necesita repetir lo mismo para callar los equívocos de lalengua pero, a la vez, esta solución del funcionamiento iterativo conlleva una detención. La dirección de la cura trabaja sobre esas repeticiones, ese mundo fijo e inmutable, para que pueda desplazarse. Se favorece de esta manera el devenir del viviente.

Laurent distingue en su libro la psicosis del autismo. En la psicosis hay un trastorno en la cadena significante, por la ruptura en la articulación significante, con fenómenos de cadena rota. La cadena significante está holofraseada, no puede haber dialéctica ni retroacción. En cambio, en el autismo no hay interrupción del mensaje: si no hay Otro a quien pueda dirigir un llamado el mensaje no puede ser interrumpido. En su lugar se produce la repetición del mismo significante, S1, separado de otro significante, que produce un efecto de goce por su misma repetición, pura iteración sin cuerpo del Uno sin que se inscriba como tal. El Uno de goce no se borra, por eso cualquier palabra puede producir terror: aparece en más, no puede negativizarse. El significante impacta sobre el cuerpo sin una mediación.

A diferencia de la alucinación en la psicosis, en la que se produce una transferencia de lo simbólico en lo real, la alucinación en el autismo concierne a la imposible separación del ruido de lalengua, que se vuelve un real insoportable. El niño autista se tapa entonces los oídos frente a ese ruido en lo real y se lo confunde a veces con la hipersensibilidad a los sonidos.

El autista queda incluido en lalengua como integral de todos los equívocos, sin el funcionamiento de la estructura del lenguaje, y en su lugar aparece la repetición del Uno de la letra. El modo en el que el sujeto autista trata la proliferación lalativa, consiste en querer reducirla al Uno de la letra que se repite, afirma Laurent.

En la psicosis algunos significantes retornan en lo real por la transferencia de lo simbólico a lo real. En cambio, en el autismo todos los significantes están en lo real e iteran. En el autismo se puede plantear un simbólico real, un imaginario real y lo real de lo real. Son tres registros que funcionan como consistencias separadas. El sujeto autista, inmerso en lo real, utiliza invenciones, remiendos, construcciones, para enganchar estos registros.

En “Variedades del baño del lenguaje en el autismo” afirma que el baño de lalengua incluye distintos elementos (Laurent, 2014). La iteración del Uno se manifiesta no solo a través de la letra, sino puede ser a través de números, cifras, música, imágenes, que funcionan como Uno iterativo que impacta sobre el cuerpo, produciendo el acontecimiento de cuerpo del autista, sin extracción de goce.

En definitiva, en la neurosis hay cadenas heterogéneas de equívocos; en la psicosis hay una construcción de una lengua personal, privada, que incluye algunos equívocos; en el autismo hay una construcción y un desplazamiento del borde, junto con lo que se llama el “cálculo de la letra” que funciona sin equívocos.

Critica los tratamientos que simplemente intentan hacer que cedan estas repeticiones para sustituirlas luego por una repetición comportamentalista y adaptativas. En realidad, sus propias repeticiones, que están en la base del funcionamiento del sujeto autista, pueden ser tanto más fecundas si no se las toma solo como déficit sino como productivas dentro de su búsqueda de una solución, de una invención subjetiva. A partir de eso él puede encontrar formas fecundas de insertarse en el mundo.

Los niños repiten lo mismo pero en cada oportunidad con una ligera diferencia, arman secuencias que son las mismas pero a la vez son diferentes. Esos circuitos tienen que ver con la manera en que el sujeto logra entrar en lo simbólico, un simbólico real, y logra arreglárselas con la imagen. El circuito o secuencias de la letra permite que el sujeto entre en el lenguaje y hable, no ya a través de la acción de metáforas y de metonimias como en la neurosis, sino por la constitución de circuitos de la letra cada vez más amplios.

BIBLIOGRAFÍA

  • Bettelheim B. (1968 [2001]) La fortaleza vacía. Buenos Aires: Paidós.
  • Kanner, L. (1971), “Follow-up studies of eleven autistic children originally reported in 1943”, J. Autism. Schizophr. 1-2, pp. 119-145.
  • Klein, M. (1930 [1979]) “La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo”, en Obras completas tomo II. Buenos Aires: Paidós, pp. 209-222.
  • Mahler, M. (1968 [1972]) Simbiosis humana: las vicisitudes de la individuación. México: Joaquín Mortiz editores.
  • Meltzer, D. (1968 [1984]) Exploración del autismo. Buenos Aires: Paidós.
  • Tustin, F. (1972) Autismo y Psicosis infantiles. Buenos Aires: Paidós.
  • Lacan, J. (1953-54 [1981]) El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud. Buenos Aires: Paidós.
  • Lacan, J. (1968 [2012]) “Alocución sobre las psicosis del niño”, en Otros Escritos. Buenos Aires: Paidós, pp. 381-391.
  • Lacan, J. (1975 [1991]) “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”, en Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial, pp. 115-144.
  • Laurent, E. (2013), La batalla del autismo. Buenos Aires: Grama editorial.
  • Laurent, E. (2015) “Variedades del baño del lenguaje en el autismo”, en Miller et al, Estudios sobre el autismo II. Buenos Aires: Colección Diva, pp. 31-52.
  • Lefort, R. y R. (1983), Nacimiento del Otro. Buenos Aires: Paidós.
  • Maleval, J.-C. (2009 [2012]) El autista y la voz. Barcelona: Gredos.
  • Maleval, J.-C. (2014) “Clínica del espectro autista”, en Miller et al. Estudios sobre el autismo. Buenos Aires: Colección Diva, pp. 41-72.
  • Miller, J.-A. (1988 [2014] “La matriz del tratamiento del niño del lobo”, en Miller et al. Estudios sobre el autismo. Buenos Aires: Colección Diva, pp. 11-26.
  • Miller, J.-A. (2011) El Uno solo, inédito.
  • Rouillon, J.-P. (2015) “Un lieu pour inventer”, en Perrin, M. (comp.) Affinity therapy. Rennes: PUR, pp. 295-298.
  • Sami-Ali (1967 [1971]) “Génesis de la palabra en un niño psicótico. Contribución a la teoría de los objetos transicionales”, en Mannoni, M. et al. Psicosis infantil. Buenos Aires: Nueva Visión, pp. 85-98.
  • Tendlarz, S. (2016) Clínica del autismo y de la psicosis en la infancia. Buenos Aires: Colección Diva.
  • Tendlarz, S. y Alvarez, P. (2013) ¿Qué es el autismo? Infancia y psicoanálisis. Buenos Aires: Colección Diva.
  • DSM V (2014) Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona: Masson.
  • Williams, D. (1992) Si on me touche, je n’existe plus. Le témoignage exceptionnel d’une jeune autiste. Paris: Robert Laffont.
  • Williams, D. (1994 [2012]) Alguien en algún lugar. Diario de una victoria contra el autismo. Barcelona: Ned ediciones.